Monday, January 28, 2008

Juanma Trueba


Nunca fui muy dado a la crónica deportiva escrita. Mi conocida predilección audiovisual me llevó durante años a escuchar puntualmente El Larguero cada noche, conectado a kilométricos auriculares en el salón o apostado en la oscuridad de mi cuarto, entre las sábanas, en las frías noches del invierno adolescente. Luego las voces de los ídolos fueron silenciándose, poco a poco, sumiéndose en aquellos mismos silencios que De la Morena descubría en su libro, el mismo que hacía único con un autógrafo en El Corte Inglés, aquel verano, hace tanto, ya.
Y un día, mucho después, apareció su nombre. Rafa siempre podrá otorgarse el privilegio de haberlo "descubierto", sin duda, y de su consejo emergió la admiración incondicional que hoy le profeso. Pero he de reconocer que todo podría haber quedado en una anécdota puntual si cada nuevo artículo no hubiera resultado, como resulta, una verdadera obra de arte tachonada de palabras. "Tienes que leer a Juanma Trueba" me dijo, "es la ostia". Y venciendo mi inicial escepticismo -lógico, por cuanto la idea de disfrutar de una crónica pre o post partido no era mi ideal de lectura- le hice caso. Qué razón tenía el tío -para variar, por otra parte. Lo que aquél pantallazo de www.as.com me descubrió no era algo habitual. Ni siquiera tradicional. Era literatura, y eso, teniendo en cuenta el marco y su potencial audiencia, es mucho decir.
Juanma Trueba pertenece a ese selecto grupo de escritores -articulistas, cronistas...plumas al fin- que ven el mundo con otros ojos. Para ellos las cosas no son lo que parecen, sino lo que sugieren; la realidad se disfraza constantemente de sí misma, jugando a establecer relaciones imposibles entre conceptos alejados por definición. Fútbol y amor. Muerte y saques de banda. Pases y operaciones a corazón abierto. Todo acaba conectándose con todo -todo, digo, dentro de ese universo autosuficiente que es el deporte rey-, y al cabo uno no sabe si aquello de lo que se nos habla es un lance inspirado que observan ochenta mil gargantas, o un aria limpia y llena de matices susurrada en una puesta de sol.
Metáforas. Las eternas amigas de la mente creadora. Trueba las reúne a todas para cada nuevo artículo, pasa revista y selecciona las más apropiadas para el devenir de su narración. No importa su naturaleza, su origen mundano o elevado, sus referencias cinematográficas -abundantísimas y tan finas que sólo un cinéfilo, o cinéfago, podría darles uso-, o su enrevesada lógica... Todas son válidas, todas maravillosamente sutiles y acertadas. Y si a todo eso le añadimos una sintaxis preciosista, en ocasiones colindante con la más elaborada poesía, sólo podemos concluir que es la suya una prosa genial que brilla con luz propia en medio del vasto océano insípido y lleno de clichés de la prensa deportiva.
Podría alguien decir, no obstante, que sus temas son por naturaleza limitados. No en vano, hablar día tras día de cómo se presenta éste o aquél encuentro, de cómo cuaja la filosofía de Schuster, o de si se hizo bien vendiendo a Ronaldo al Milan, viene a ser siempre girar en torno al universo madridista y su "escasa" variedad cotidiana -cosa opinable, por cierto. Pero es que, al margen de lo potencialmente teorizable que sea ese cosmos que es el fútbol, su gran talento es saber dar a cada nuevo momento un tinte único e ingenioso que hace palidecer al resto de voces del sector, y hacer disfrutar al lector que decida acercársele con un mínimo sentido estético. Tal es mi caso.
Había pensado en cortar y pegar algunos ejemplos de su obra -que lo es-, pero al final he decidido que es preferible dejaros con la curiosidad de querer experimentar lo que supone leer a Juanma Trueba, un moderno ídolo dentro del mundo del periodismo deportivo, justo cuando mi viejo "yo" largueroínomano necesitaba una nueva luz que le guiase en la senda de la opinión periodístico-madridista. No importa vuestra inclinación, el color que defendáis cada domingo, o los prejuicios que pudierais alojar hacia As y su pasado -digo pasado- panfletista. Si tenéis la capacidad de admirar lo bien hecho, y gustáis de saborear un texto elaborado con afecto e inspiración, entenderéis de lo que hablo. Y quizás, sólo quizás, si además de todo eso os gusta el fútbol y soñáis en blanco, Juanma Trueba os haga disfrutar de una forma nueva y diferente del Madrid, sea cual sea el resultado.

Wednesday, January 23, 2008

El país de las últimas cosas


Supongamos un mundo que agoniza. Sí, ya sé que el nuestro lo hace, pero por un momento imaginemos uno en el que hasta los más básicos elementos de la sociedad se tambaleasen precariamente. No hablo del tercer mundo, de ese lamentable "otro lado del espejo" en el que las sociedades occidentales nos reflejamos para ver lo altos y apuestos que somos. No. Hablo de una sociedad decadente en la que nada se diese ya por supuesto, en la que cada día fuese una nueva oportunidad de sobrevivir a lo inevitable, donde lo que un día fuera floreciente y vanguardista hoy sólo sea un recuerdo sombrío lleno de pesimismo y desesperanza. Ése es el mundo que Auster pinta con palabras en la obra que nos ocupa, a la sazón la sexta que devoro en mi afán por conocer cada vez más al novelista americano. Y en ese mundo que expira con cada nuevo amanecer tiene lugar una de las más maravillosas historias a cuantas el que suscribe ha podido tener acceso. Así de simple.
Todo comienza con una búsqueda, física, tan recurrente dentro de la obra de Auster. A estas alturas parece evidente que tales periplos no son sino una metáfora introspectiva de los personajes que tan sutilmente traza el autor, un ardid argumental del que servirse para excavar en lo más profundo de sus sentimientos, permitiéndonos así llegar a entender realmente el porqué de sus actos, de sus miedos, de sus anhelos. Acaso no sea también una excusa para sumergirse él también, el propio Auster, en alguna búsqueda freudiana de su propio yo. Quién sabe, aunque eso queda para otro análisis individualizado. Desde ahí, desde la búsqueda que decíamos, comienza a construirse el decorado de un texto lleno de incógnitas que al final pueden resumirse en una sola: ¿qué país es éste? Obviamente, la respuesta es "ninguno", pero también podría ser "todos", por cuanto la deformación extrema que Auster ejecuta de todo aquello que define hoy el mundo en que vivimos sería de aplicación a cualquiera de los muchos paisajes urbanos que nos rodean, a poco que las circunstancias fueran las apropiadas. Y, admitámoslo, parece que lo que nos separa de tal estado no está tan distante como cabría pensar. Da miedo sólo planteárselo...
Estructuralmente, el libro juega como de nuevo suele ser habitual en la obra de Auster con el concepto de "metatexto". Entre aquellos elementos auterianos que ya no sorprenden -por recurrentes- éste es sin duda uno de los más definitorios de su estilo. Las muñecas rusas a las que recurre en más de una ocasión para justificar la omnisciencia del narrador son además una forma de aportar verosimilitud a un texto que aspira, por autobiográfico, a permanecer más allá de su lectura como un eco interior que nos haga plantearnos cuán cercanos estamos nosotros de las experiencias de los personajes. Para la ocasión, Auster se sirve del diario, o cuaderno de campo, que recoge las vivencias de una joven que se embarca en una aventura desesperada por recuperar a su hermano perdido. A su vez, como las primeras páginas de la obra muestran -más adelante tal presencia desaparece totalmente-, las palabras de la joven nos vienen dadas de boca de un segundo narrador que parece estar leyendo dicho texto tiempo -indefinido- después de que la chica dejase todas aquellas experiencias impresas en el papel. El juego de la múltiple narración es ya de por sí interesante, y en cualquier caso redunda una vez más en las referencias que, como hemos dicho en otras ocasiones, Auster suele emplear como clichés recurrentes en sus novelas: el escritor -ora profesional, ora aficionado-, el periodista... Escribir sobre lo que uno conoce es, evidentemente, apostar por la jugada ganadora.
Bien podría pensarse que la protagonista de la obra es esa chica a la que mencionábamos, y no sería descabellado por cuanto todo en la historia gira en torno a ella -y dentro de ella. Pero la realidad parece ser menos prosaica. Se ve a la legua el esfuerzo de Auster por retratar una ciudad con vida propia en la que todas las piezas encajen a la perfección, en la que no queden más fisuras que las de la ciudad en sí, por abandonada a su suerte, literalmente. Así, el afán de la joven por trasladar la realidad que la envuelve de forma fidedigna es una foto de muchos megapíxels a la que nada escapa. El mundo se desmorona a su alrededor y ella prefiere dar cuenta de cada escabroso detalle a eludirlos mirando hacia otro lado centrándose en su historia. Pero es que, claro está, la suya es la historia de esa sociedad a la deriva que salpica al lector con sus excentricidades, extremos "imposibles" y atroces costumbres sociales. El retrato es tan realista que pronto uno empieza a preguntarse por las motivaciones que llevaron a Auster a recrear semejante escenario, por la inspiración de la que se sirvió para dar forma a una sociedad tan primitiva y a la vez tan contemporánea. Y la siguiente pregunta es, lógicamente, inevitable: ¿pretende el autor recrear un espacio común que pudo ser y no fue? Hablo evidentemente de una grotesca representación de algún estado totalitario y despiadado como pudo ser la Alemania Nazi de haber prosperado la aventura del ilustre hombre del bigote -y no, no hablo de "nuestro" bigotudo cacique. Quizás sea ir demasiado lejos, pero las referencias son a veces elocuentes, y uno no puede evitar dejar volar la imaginación en un intento por descifrar el trasfondo que sustenta la creación de semejante universo gris y en proceso de hundimiento. Eso, o simple paranoia "ikerjimeneziana", si se me permite el chascarrillo.
Por lo demás, nos encontramos ante una obra redonda, rica en detalles como suelen serlo las obras del amigo Auster, donde el sentimiento está constantemente a flor de piel desde un punto de vista emocional y físico -el sexo es un flash que brilla brevemente de forma más o menos habitual en sus textos, pero que siempre tiene un matiz restaurador que trasciende lo puramente corporal-, y con un final abierto a los que ya comienzo a pillarles el punto. No es que la historia no concluya; es sólo que la historia acaba justo donde debe, y lo que viene después, como lo que vino antes, es tan innecesario como misterioso. Puritita paradoja, oiga.
En fin, abandonamos El país de las últimas cosas como abandonamos el metro en nuestra estación, que al fin y al cabo acaban por ser uno -cosas de la capital. Pero Auster no acaba aquí. Para mi realmente no ha hecho más que empezar porque, como el buen vino, seguro todo cobrará otro sentido una vez haya reposado. Mientras eso ocurre, seguiremos con nuestra particular cata. Y vosotros, amigos, no deberíais dejar pasar la oportunidad de uniros a la noble y sana costumbre de la enología austeriana. ¡Chin chin!

Thursday, January 17, 2008

...pero rancio, rancio (3): Un, Dos, Tres

No me preguntéis por qué. De pronto, mientras recogía mi zulo -sí, mi cuarto, que no es el de la foto aquélla, no...Artuz- me he visto tarareando la cabecera del famoso programa de Chicho. Un ejemplo más, amigos, de que la maquinaria del señor Wildwood no funciona todo lo bien que debiera: otro se habría arrancado con Un Buen Día, Nothing Else Matters o Like a Stone... pero así soy yo, qué le vamos a hacer. Rancio. Pero rancio...rancio.
El caso es que me ha picado la curiosidad de indagar sobre aquel mundillo de cartón piedra que durante tantos años maravilló a la audiencia de esa máquina infernal en la que la gente aparecía como encerrada por arte de virivirloque (o como coño se escriba) haciendo el moñas. Los viernes noche -creo recordar, aunque también creo que llegó a emitirse algún lunes-, cuando la variedad de canales hacía del zapping un sinsentido, la familia entera se arremolinaba frente a la caja tonta para presenciar la puesta en escena de un programa único, un espacio que hoy seguramente no tendría cabida en la parrilla televisiva. No os voy a aburrir con la historia del Un, Dos, Tres porque no procede, pero sólo diré que en sus numerosas etapas siempre fue garantía de éxito para TVE, a excepción de su última temporada con el Roderas a la cabeza, hace cosa de 4 años.
¡Cuántas cosas rancias como el tocino añejo nos dejó aquel programa! El Dúo Sacapuntas (hoy solista), la Bombi (Por qué seráááá...), Bigote Arrocet (Hola Mairuchchcha), Angel Garó (Esta es, la refinitiva...)... Y luego estaban todas aquellas mascotas de Cuéntame sacadas cual de una cabecera de Mariano Ozores: el Chollo (y su álter ego chungo, el Antichollo), el Boom y el Crack (felizmente olvidados), la Botilde, La Ruperta (icono de origen ilictano del programa)... Tantas y tantas cosas, junto a tantos presentadores y a tantas azafatas de toma-pan-y-moja, que podríamos hacer una tesis al respecto.
Pero yo hoy me he visto canturreando la cabecera, como decía, y un tufillo a naftalina y a bocata de Nocilla ha impregnado el ambiente. Me he visto sentado a un metro de la tele -mi vieja Grundig de botones táctiles, causa de mi miopía- embobado mientras mis padres cenaban en la salita. Aquéllas fueron mis auténticas clases, no las de la universidad, y me he visto en la obligación de rendirles un homenaje.
Dejad que os haga partícipes de esta ensoñación nostálgica con algunos recuerdos tutubeanos del que sin duda fue uno de los programas de nuestra infancia, mis paletos. ¡Vamos Ruperta!¡Preséntanos ya!...








PD: Sí, a mi la cabecera de la primera temporada (año 72) también me ha dejado igual. Dios... ¡Arriba EssssPAÑA!

Saturday, January 12, 2008

La música del Leviatán


Acabo de empezar El país de las últimas cosas. No es que me haya propuesto leer a Auster en exclusiva, ni que ningunee al resto de literatos de postín que se esconden entre los prolijos bestsellers de las Casas del Libro o las Fnacs de turno. No. Es sólo que, como a otros les ocurriera antes, me encuentro inmerso en una de esas épocas de mi vida en que cierto aspecto de la misma -lease aquí literario- brilla con cierto tono característico. Picasso vivió de su época rosa durante años, y Spielberg -desde Minority Report, bodrio entre bodrios- de su época azul, felizmente finalizada con Catch Me if You Can -excuse my English; the use of it I mean, not the language itlself.
Desde mi último post dedicado al autor norteamericano algunas cosas han cambiado. Otras no tanto, pese a lo que pudiera parecer. Entre las primeras se encuentran mis expectativas respecto de su obra, aunque si tenemos en cuenta mis propios comentarios de hace algunas semanas la novedad no debería ser tal. Auster vuelve de nuevo a sorprenderme con cada título, escapando de su persistente "estilo" para refugiarse en sorpresivas narrativas autosuficientes que demuestran lo versátil de una pluma que ha sabido evolucionar durante todos estos años en pos de una pluralidad de alternativas lectoras que pudiesen satisfacer al más selectivo de los devoradores de palabras. Y entre ese otro grupo de cosas que no me llevaron a la sorpresa podríamos citar la persistencia de su carácter directo, que esperaba, como así fue, siguiese presente en cada uno de los títulos de los que he podido disfrutar en este tiempo.
Vayamos por partes. Leviatán, a la que me dediqué gozoso poco después de digerir Mr Vértigo, resultó ser un texto desprendido que huía premeditádamente de lo introspectivo en favor de lo descriptivo -emocionalmente, tambíen, hablando-, cuando la propia estructura de la novela, a caballo entre lo biográfico y lo emocional, parecía hacer esperar lo contrario. Su protagonista traza una recta que discurre entre un punto de su vida y el final de la de un amigo para, sin apartarse de ella, entremezclar las experiencias de ambos y sus connotaciones, consecuencias y particularidades con la sinceridad de quien relata lo que conoce y siente, a partes iguales. Leviatán es un libro dentro de otro libro, o uno de esos textos shelleydianos -como Frankenstein, vamos- que se ampara en su estructura para dar verosimilutud al conjunto -tal que si de una muñeca rusa se tratara. Así, el relato del protagonista se viste de observación casi omnisciente de los actos que llevará a cabo el auténtico personaje principal de la obra, para que todo cuaje al final dentro del esquema elegido por Auster.
En lo que respecta al argumento, cabe decir sin resultar demasiado explícito, que el autor supo añadir al conjunto los suficientes elementos de realidad -como suele acaecer cuando hablamos de Auster-, ficción -no alejada de lo verosímil- e intriga -taimada, para no caer en los límtes del relato detectivesco- como para dar forma a un texto completo y atrayente casi desde su primera página. El primer fragmento presenta la historia con tal énfasis argumental que uno no puede dejar de desear saber qué puede llevar a alguien tan aparentemente normal a ser destrozado por su propia bomba casera. Todo lo demás es un devenir de etapas dentro de la historia que desentrañarán poco a poco cada uno de los episodios que conforman la historia completa de semejante planteamiento inicial, de semejante excusa narrativa para presentar historias personales, sentimentales, sociales, profesionales e intelectuales en un marco como Nueva York -¿os suena?- y alrededores.
La música del azar es otra cosa. Anque como decía no esperaba menos. Auster gira de nuevo en medio de mis expectativas y se aleja de todo lo leído hasta el momento. Empieza con una novela de carretera, de esas que narran las peripecias de un viajero solitario a lo largo del país, para acabar en un texto fríamente realista, casi gótico, que describe una situación posible pero poco probable en la que los límites de la persona y sus reencuentros se ponen a prueba. La extensión del texto está medida a tal efecto, y por primera vez en mi experiencia austeriana la Gran Manzana no está de fondo en el relato, pero el libro no decepciona en absoluto e incluso el final, desconcertante por insatisfactorio, resulta una vez digerido apropiado para la propuesta temática y estructural que propone la obra. Argumentalmente el libro es atractivo, sencillo a la par que elaborado, y lo suficientemente original como para que cada uno de sus pasajes deje un poso en la memoria del conjunto.
No pretendo desmenuzar con excesivo cuidado o ambición unos textos que están al alcance de todo el que quiera acercárseles con la curiosidad propia de quien sabe que, a poco que alcance a apreciar todo eso que yo supe ver en Paul Auster desde su primera lectura -de la que Perenzal siempre podrá sentirse responsable-, podrá disfrutar de una experiencia profunda y accesible a partes iguales. Me basta tan sólo con despertar la curiosidad del lector casual y con resaltar, una vez más, las cualidades de un autor que no deja de sorprenderme y de reafirmarse en su estilo actual y atrayente con cada nuevo título al que tengo acceso. Como dije en su momento, cada vez estoy más cerca de conocer a Auster, aunque para ello no necesite, como parece que será, recurrir a toda su obra. Por ahora, sin embargo, seguiré inmerso en sus primeros textos para seguir conformando su retrato a base de países que se acaban y libros que ilusionan. Literalmente.

Friday, January 04, 2008

Queridos Reyes Magos:

Me llamo Wildwood, tengo 29 años y durante los últimos 365 días he sido muy, muy bueno. He ayudado a mi mamá en lo que he podido, he escuchado más que hablado, he tendido la mano cuantas veces hizo falta en lugar de retirarla y una tarde de mayo esquivé un gato en la carretera cuando volvía del trabajo. Además, este año he posteado en el Corral 49 veces, y tengo la firme intención de superarme durante este 2008.
También he sido malo, debo reconocerlo porque vosotros lo sabéis todo, pero sólo a tiempo parcial y en ocasiones especiales que lo merecían. Creedme. Vale que a veces pude ser menos egoista, más amable y algo menos perezoso. Pero soy débil, queridos Reyes Magos. Demasiado en ocasiones, y prefiero dejarme llevar por la sencillez y el materialismo circundante aunque luego me arrepienta, y crea que debía haber empleado ese tiempo y ese dinero en el prójimo -o en rescatar juegos antiguos, de 464 o MegaCD por poner un ejemplo, de las subastas de Ebay.
Así las cosas, creo de justicia dirigirme a vosotros una año más en la esperanza de ver concedidos mis deseos la mañana del día 6. O la tarde del 25. O la noche del 10 de septiembre, lo mismo da. El caso es que seais magnánimos conmigo, un año más, y me traigáis todas las cosas que a continuación os relaciono. A saber:
>>En primer lugar, quiero que el próximo mes de marzo las urnas generales deparen algo positivo. Me da igual quien salga elegido, pero es importante que el que se haga con el pad de esto que llamamos país tenga la pericia suficiente para que TODOS los que conformamos este título, que más que un RPG es un survival horror, podamos afrontar el futuro con esperanza, como Sarah Connor. Basta de mentiras e intereses creados, que la piel de toro esta ya huele, señores.
>>También quiero pediros algo que toque al conjunto de los mortales. Algo especial que suponga una revolución lo suficientemente importante como para que todo "quisqui" en esta esfera que flota suspendida de la nada -o eso dicen- se replantee las líneas maestras de su plan respecto de ellos mismos. Algo que una, no que separe -eso del dinero tampoco fue la mejor de las ideas. Y como el fuego, la escritura y la rueda ya están inventados o descubiertos, según, había pensado en una invasión extraterrestre. Eso, o un contacto interestelar que nos haga darnos cuenta de la nimiedad que somos, porque igual una ocupación a lo Mars Attacks sería demasiada tela. ¡Y encima nos privaría de una posible PlayStation 4!
>>Para mi, a título personal, quiero poca cosa. Me conformo con que las cosas se mantengan, en ese equilibrio inestable que es la vida, lo suficiente como para que el periplo matritense fragüe como tiene que fraguar. Creo que ya toca, sinceramente, porque aunque dicen que el universo tiende al desorden, también creo que por simple estadística todo no puede ser malo, y alguna vez tiene que salir el "doble 0" que nos permita sacar un crítico de esos bueno, de los que dan con una flecha en el ojo del orco a 300 metros.
>>Y para todos los paletos que me rodean, quiero pediros tan sólo que les escuchéis con atención. Oíd sus peticiones y concededlas, porque todos han sido, al menos, tan buenos como yo. Y si el ser buena gente es razón suficiente para que la vida sonría a alguien...ellos se han ganado a pulso una carcajada y un abrazo de Mrs Life.
Por lo demás, sólo me resta daros las gracias por adelantado. Recordaros que como cada año, tendréis sobre la mesilla del salón vuestras copas de licor, que un chupito a altas horas de la noche anima al más pintado -si lo sabré yo-, en el balcón habrá un buen cubo con agua para vuestras monturas, y junto a la ventana dejaré mis zapatos de los domingos como las últimas casi tres décadas para que todo sea de vuestro agrado...
Un abrazo, Majestades.
Wildwood
PD: Como sois magos, he pensado que quizás también podaís atender las peticiones que los amigos del Corral quieran añadir a las mías vía comment en este post. Incluso aunque estas lleguen más allá de la noche del 5 de enero. Así que, amigos, aprovechad y uníos a esta vuestra carta exponiendo qué cosas deseais para este 2008. Dad por seguro que SSMM los Reyes de Oriente os las concederán.

Thursday, January 03, 2008

Street Fighter IV in motion



Por fin tenemos disponibles las primeras imágenes en movimiento del que sin duda será, con permiso de MGS4, el reencuentro electrónico más esperado del recién estrenado 2008. Street Fighter 4, o lo que es lo mismo, el regreso de una de las sagas de mayor trascendencia y repercusión en la historia del videojuego.

Gustos y preferencias al margen, el icono por excelencia de los One vs. One -sí, hablo del SF2- supuso una revolución en el género y, en líneas generales, dentro de la industria que acabó forjando una leyenda a base de conversiones, megas y samples de mediana calidad. Luego vinieron los "comas", "zeros", "alphas" y demás variaciones del clásico que, sin desdeñar el espíritu de la obra padre, pervirtieron de algún modo su esencia en pos de unos beneficios que la licencia aseguraba incluso si dentro de la caja hubiese habido un CD Princo virgen...
Así las cosas, los señores de Capcom se precipitaron por la pendiente del exceso -como el Camino de los Héroes, pero más favorecido por las circunstancias- hasta perderse en un bosque de irreconocibles sucedáneos entre los que era cada vez más difícil atisbar el punto de partida, su simpleza y su magia -que en lo sencillo reside casi siempre el truco que no solemos ver.

El tercer capítulo -en sus dos versiones, Second Impact y Third Strike- llegó a los salones recreativos sin pena ni gloria. Aquellas aguas, las del exceso que decíamos, habían traído estos lodos, y para decepción del seguidor aférrimo en general, lo que debía haber sido un acontecimiento sin parangón a nivel arcade quedó en una mera anécdota. Eso sí, una anécdota de notable calidad, con magníficas animaciones, personajes enormes y decorados algo más impersonales que los del clásico aunque bien elaborados, que conformaban -especialmente en Third Strike- un título a la altura de las circunstancias. Si podéis, Xbox da la posibilidad de redescubrirlo en el recopilatorio Anniversary Collection, con una conversión 1:1 para nostálgicos y despistados que sigue manteniendo intactos los valores que deslumbraron a aquellos cuatro gatos -yo era uno, y mi hermano Javi otro- en los extintos salones recreativos.
Y por fin, tras tantos años imaginando lo que podría significar un nuevo episodio, Capcom se decidió a dar el paso. En el pasado Gamers' Day, del que ya dimos cuenta en el Corral no hace demasiado tiempo, los papás de Resident Evil y de Chiki Chiki Boys -entre otros, no se me solivianten- anunciaron la cuarta entrega de la saga del luchador callejero, con un trailer espectacular que hacía concebir grandes esperanzas en torno al regreso de Ryu, Ken y compañía. Luego, poco después, aparecieron las primeras capturas in-game del juego, y debo reconocer que nos quedamos más bien fríos: se había optado por una estética 3D a lo Tekken o VF, lo que ya de partida suponía una pequeña decepción para los enamorados de las 2D clásicas, pero además los gráficos apuntaban en una dirección más bien tosca, que se quedaban aparentemente a medio camino entre el dibujo y la textura hiper-realista de otros títulos del género. Si bien las imágenes sólo mostraban a los dos alumnos de Shen Long intercambiando golpes en un escenario a lo Chun-Li, y no había por tanto mucho de donde extraer conclusiones, la sensación general rezumaba poco optimismo, y en ningún caso emoción o expectativa, que era lo esperable tratándose como se trataba de un hito en la historia del sector lúdico.


Cúan equivocados estábamos, señores. Debo reconocer que nos precipitamos al extraer conclusiones, y todo aquello que creímos apreciar en las estáticas capturas ha resultado estar tan cerca de la realidad como lo está Batasuna de la Falange. Osea nada. El vídeo que ha comenzado a circular por la red es una bendición que nos redime y devuelve a la senda del sentido, en el que los viejos sueños de un nuevo Street Fighter a la altura de las circunstancias -a saber, gráficos next gen y espíritu 16 bits- cobran forma a todavía algunos meses vista del estreno definitivo. Vale que la calidad del streaming no es muy buena, y que sólo podemos disfrutar de un escenario, y de dos personajes, y de un combate sin barras de energía ni "Rounds one...fight!", pero ya podemos apreciar que Capcom ha vuelto a sorprendernos. Qué narices, Capcom ha vuelto. Directamente.

Aún queda por ver, evidentemente, qué será del juego en lo tocante a número de personajes y carisma de éstos, o en lo que se refiere a los escenarios, melodías y personalidad en general de un universo que si por algo destacó en su día fue precisamente por eso, por su carisma. Pero ya se nos hace la boca agua, porque si tan sólo unos segundos de vídeo roñoso han conseguido devolvernos la ilusión, todo un Street Fighter de nueva generación a 1080p -dios lo quiera así, que para algo ha llegado al Corral la nueva adquisición tecnológica de 40' FullHD- puede suponer casi 15 años después un acontecimiento como pocos dentro del mundo consolero.

Seguimos pensando, no obstante, que todo el buen hacer de estos años de experiencia para Capcom, y la tecnología que el presente brinda a los programadores podrían haber dado origen a una obra de arte 2D sin parangón, a la altura de las superproducciones dibujísticas de Dreamworks o Disney, que habrían devuelto al género de la lucha más clásica un protagonismo perdido en beneficio de las proliferantes confrontaciones tridimensionales que inundan los estantes de los comercios del sector. Pero eso son pajas mentales -muy placenteras por cierto-, y conviene no ser más talibán de lo necesario para poder disfrutar del que ya es, sin duda, uno de los dos títulos más esperados de este año recién nacido. Como decíamos, con permiso de Big Boss, claro. ¡Ah! Y del remake en HD del clásico entre clásicos...que tiene una pinta deliciosa. Pero de él ya hablaremos en su momento.