Wednesday, October 28, 2009

Metadona para Lostadictos

¡AVSIO! ¡CONTIENE SPOILER DE LA QUINTA TEMPORADA!
Aprovechando la reciente aparición -y próxima adquisición- de las tres primeras temporadas de Perdidos en Bluray, os acerco, oh adictos a las cuitas de la gente del 815, los últimos y más recientes vídeos de la que será la conclusión más dramática y esperada de la historia de la televisión -ríete tú del final de Médico de familia.
En la pasada Comic Con celebrada en Los Ángeles, hace ya algunos meses, se mostraron unos vídeos promocionales de la sexta y última temporada de la serie que juegan con la hipótesis de que la bomba activada por la mendruga de Juliet cree un universo paralelo/alternativo donde los personajes jamás se pegaron la famosa piña con el 815. Vamos, nada que no nos hayamos planteado todos como opción más que probable para el comienzo de la temporada final -plano de Jack agarrado al asiento mientras el avión da una sacudida, plano de Locke observándolo asustado, plano de Kate esposada al poli mientras el avión vuelve a temblar, plano de Charlie en el aseo intentando recuperar su droga del sumidero, etc etc... y de pronto todo en calma: "Señores pasajeros, hemos atravesado una ligera zona de turbulencias. No se alarmen y permanezcan en sus asientos. En breves minutos aterrizaremos en Los Ángeles". Plano de las ruedas del avión tomando tierra, cada uno desciende por separado y todos se van a sus casas. Bla bla.
A mi, personalmente, la hipótesis de un pasado/futuro alternativo en el que nada ha sucedido me produce bastante asquito, si bien liaría la trama tanto que la cosa no deja de ser de lo más seductora; pero teniendo en cuenta que semejante planteamiento devolvería a Locke -el auténtico, no esa copia burda y tan asquerosamente segura de sí misma que nos engañó durante la quinta temporada- a la vida, no puedo por menos que alegrarme de que la bomba hiciese pum. Sí, ya sé que un Locke en silla de ruedas es un tanto lamentable, pero qué le vamos a hacer... no soporto la idea de saberlo muerto y requetemuerto, mientras todos los demás, escoria carente de fé, siguen pululando a sus anchas por la isla.
Bueno, mientras llega el esperado 2010, y con él el que se presume gran estreno mundial de la temporada 6, deleitémonos con estos curiosos vídeos y, si tenéis la ocasión, con el revisionado de la quinta temporada en HD, anunciada para finales del presente año. Y por cierto, si alguien tiene una teoría para el final del último de los vídeos que aquí os muestro, que no dude en compartirla -dije teoría, no spoilers... que puedo matar, literalmente, de darse el caso. Enjoy.
EDIT: El dichoso -y genial, pese a todo- último vídeo es un FAKE, señores. De Pascual, al que hay que apuntarle el mérito, me ponía sobre la pista. No concretaba de dónde salía el piñazo del avión de Plymouth Air, pero tenía razón. Una escueta búsqueda en Google indica que ese trozo proviene de la peli The Knowing, y que el vídeo, pese a todo, no es más que un montaje freak. Aún así, merece la pena emocionarse con él.








Saturday, October 17, 2009

El fin del tiki taka


No imagináis lo que me cuesta escribir hoy. El tema de la entrada que nace en estos instantes me duele horrores por lo inesperado de sus circunstancias, por lo trascendente de la figura que la protagoniza, y por lo difícil que resulta enlazar un texto con otro cuando lo único que escribo últimamente son homenajes póstumos a personajes entrañables que nunca debieron irse. Me estoy especializando, muy a mi pesar, en crear sentidos panejíricos de despedida a figuras que nos han marcado de una u otra forma, y creedme si os digo que no me resulta ni mucho menos fácil encarar el que nos ocupa, que ni El Corral de Piedra nació para limitarse a semejantes textos, ni es agradable tarea volcar, por enésima vez, lo que bulle bajo la piel ante tales noticias en un frío negro sobre blanco. No es agradable, ni fácil... pero es inevitable, al cabo.
Andrés Montes nos ha dejado. La noticia me sorprendía anoche, apenas hora y media después de que su pareja lo encontrara sin vida en su domicilio de la calle Espronceda, por medio de un sms breve pero cargado de frustración enviado por mi hermano Javi. Tenía que ser él, que tantas noches pasara en vela, degustando envites baloncestísticos de altos vuelos en aquellas lejanas ligas de la NBA de los Jordan, O'Neal y compañía, tan sólo acompañado por la inconfundible voz de Montes y las sabias apostillas de Antoni Daimiel. Ellos, pero sobre todo él, hacían de las madrugadas interminables un momento de indescriptible magia donde el sueño jamás hacía acto de presencia. Era como si la audiencia fuera sólo el espectador individual que les observaba desde el sofá de su casa, y los dos grandes conseguían crear una complicidad íntima que trascedía la pantalla, las intempestivas horas y hasta el baloncesto mismo, para convertir con sus comentarios descansos y tiempos muertos en los verdaderos protagonistas del partido.
De allí surgieron muchas de las expresiones que luego popularizaría para el gran público en La Sexta, todos esos "pintxos de merluza", "ratatatatas", "es muy fácil si lo intentas", y en cierto modo también el dichoso "tiki taka" -seguramente la más famosa de sus frases pero ni de lejos la más ingeniosa-. En el fútbol televisado se hizo conocido a gran escala, pero su verdadero terreno de juego eran las canchas de basket, y sobre todo la NBA. Allí nos endulzó con su "chocolate blanco Williams", nos dio la bienvenida con su "bienvenidos al club", nos llenó de ritmo con su "melodía de seducción" y nos hizo esbozar una sonrisa tarareando tonadillas de majorettes para describir, sin usar palabras, lo enorme de un deporte que sólo tiene sentido cuando sucede en tierras americanas. Eso él lo sabía, y por eso sólo él se atrevía a salpicar de color el gris de las tradicionales retransmisiones deportivas con su particularísimo estilo, que aunque pudiese no agradar a todo el mundo, a nadie dejaba indiferente.
Como todo en la vida, la trascendencia de las personas es algo subjetivo que depende en última instancia de lo que su paso por este circo ha supuesto para cada uno de nosotros. Por eso Andrés Montes tiene un lugar de privilegio dentro de la metafórica lista de nombres que sin dudar resacataría de la mediocridad general del mundo, porque cuando nadie le conocía yo ya admiraba su genial sencillez, ejemplificada magistralmente en aquellos largos silencios que entre frases dejaban él y Daimiel durante los descansos de los partidos en Sportmania, como si el sueño les arrebatase el norte durante unos instantes, pero totalmente despreocupados del lapsus porque sabían que su territorio era sólo suyo, y que al espectador, ése que llegaba a sentirse en el estudio con ellos, no le importaba lo más mínimo y agradecía la naturalidad con la que salpicaban la retransmisión a unas horas en las que sólo los más osados, o los más locos, permanecían despiertos por ver meter el balón a diez tipos haciendo cabriolas imposibles. Ésa era su genialidad, la de hacer del atril del micrófono o la pantalla algo cotidiano, cercano y totalmente carente de pretensiones.
Cuando éste que os habla vivía en Ríos Rosas, allá por el año 2003 -o, si queréis, por el Curso Baloncestístico 2003-2004-, en pleno distrito de Chamberí, tuve la oportunidad de cruzarme en un par de ocasiones con el bueno de Andrés Montes por la calle. Éramos vecinos, por así decirlo, y saber aquello me producía cierta sensación de andar por casa, de humanidad, que ahondaba en esa cercanía que siempre manifestó. Nunca me atreví a decirle algo, lo cual supongo que hoy lamento un poquito más si cabe, pero estoy seguro que mis ojos, su brillo o lo que sea, delataron mi emoción y sorpresa al vérmelo esperando como si tal cosa en la puerta del Camuñas o camino de la escuela de doblaje, cuando nuestras miradas se cruzaron fugazmente en sendas ocasiones. Hoy, convencido ya como estoy de que algo deben estar tramando ahí arriba que obliga últimamente a los buenos a salir en estampida para dios sabe qué, el recuerdo de Andrés Montes, sus pajaritas, sus gafas, y sobre todo de su voz -¿eh, Daimiel, eh?-, tiene un lugar de privilegio en ese rincón de la memoria y el afecto que reservo para los que marcaron la diferencia. En el periodismo, en la divulgación paranormal, en la música... o en la vida, que igual da.
Una vida por cierto que sí, Andrés, puede ser maravillosa, pero que sin ti, sin todos vosotros, lo es un poco menos cada día.