Las Navidades han traído dos nuevos amigos a la familia de versiones de Street Fighter 2, y no dos elementos cualesquiera. Ladies and gentlemen...
Y por último -de momento- la madre del cordero, el primigenio hidrógeno del que acabaría surgiendo todo este universo de mamporros pixelados, la piedra filosofal de la galaxia Street Fighter: una placa jamma original, en perfecto estado de conservación, de la recreativa que más monedas de cinco duros robó los adeptos del Chispas. Sosteniéndola en la mano (las dos, que pesa como un demonio), a uno le vienen grandes momentos a la memoria (la mona "blanca", las múltiples hileras de voyeurs mientras el máquina de turno llegaba -oh- al tercer luchador, lo asombroso del suelo en perspectiva...) y acaba por sentir que algo grande dormita el sueño de los justos en esos chips oscuros sobre fondo verde, en espera de poder volver a la vida en un futuro próximo. Y así será, si consigo hacer revivir a la vieja maca y su maldito transformador de líneas...