Monday, May 30, 2011

Evidencia Reptiliana del General Petraeus

Las teorías conspiranoicas son tan variadas como surrealistas. Desde aquéllos que opinan que tras la muerte de Lennon se escondía el malestar de un gobierno que no veía con buenos ojos las maneras del mítico Beatle y encargó su asesinato al mismísimo (sí, sí) Stephen King (cuyo parecido con Chapman sirvió para inculpar a este último), a los que opinan que el 11-S fue un movimiento gubernamental norteamericano para encontrar una excusa con la que invadir Afganistán (aviones cargados de armas nucleares y torres con sistemas de demolición incluidos). En ese abanico de teorías tienen cabida los más asombrosos planteamientos, y a menudo sus defensores sustentan sus afirmaciones con vídeos y fotografías diseccionadas hasta las últimas consecuencias, en un ciego intento por demostrar que lo que plantean es irrefutable (único en ese sentido es el caso de la no-muerte de Michael Jackson, su sepelio y las imágenes de esos misteriosos invitados al funeral que, según dicen, eran el mismísimo Jacko y su colega Macaulay Culkin, disfrazados de señora y anciano, respectivamente).
El vídeo que hoy os traigo es la prueba en que muchos cosnpiranoicos se basan para intentar demostrar que el gobierno americano viene colaborando con alienígenas desde hace ya; seres de otros mundos que, camuflados en cuerpos aparentemente humanos, forman parte de organismos públicos de relevancia como, por ejemplo, el ejército de los EEUU. En él, el senador McCain pronuncia un discurso frente a un número de altos cargos de las Fuerzas Armadas, cuando uno de ellos, el General Petraeus, sufre un "desmayo" que las cámaras recogen sólo ya al final del mismo, cuando el militar es asistido por sus ayudantes y llevado a un aparte donde se recupera.
Lo sorprendente, y en eso basan los amigos del misterio sus teorías, es que el momento mismo del desmayo es obviado por la realización del evento, manteniendo sin embargo el primer plano de un atónito McCain que, sin dar crédito a lo que ven sus ojos, interrumpe con estupor su discurso mientras clava la vista en la escena que se nos oculta. Eso y, sobretodo, ese primer momento tras el desmayo en que Petraeus se levanta y gira su cara hacia la derecha, descubriendo una breve anomalía en su rostro que para muchos es consecuencia de lo que acaba de pasar: su camuflaje humano ha fallado, y el reptiliano que se esconde debajo ha salido a la luz en todo su verdoso esplendor...
No sé si lo que se ve es suficiente para semejante paja mental, y eso que vídeos sobre el tema (buscad Reptilean Evidence y veréis) los hay a patadas en Youtube, pero a mi estas movidas me encantan, y espero que los conspiranoicos de todo el mundo no cejen en su empeño por desmontar lo evidente al precio que sea, por surrealista que pueda parecer. ¡Qué grandes sois, gafapastiles seguidores trasnochados de Expediente X y V!


Friday, May 27, 2011

It makes me PUKE!!

Son tantas las cosas que, como a buen intransigente, me hacen vomitar, que he decidido traerlas al Corral para que no os sintáis solos en vuestro visceral odio a lo patético y vergonzante. Si como yo os habéis lanzado como locos a por el mando a distancia cuando os ha sorprendido este o aquel spot, si no pudisteis reprimir un "por el amor de dios" ante el comportamiento ridículo de algún famosillo de medio pelo, o sencillamente si cada dos por tres os viene la arcada porque lo que os rodea carece del mínimo rigor estético o del pudor... atentos: de tanto en tanto habrá un nuevo motivo para aferrarse a la bolsa de papel y echar la raba.

Ahí está la primera, a vuestra derecha, justo debajo de los Paletos en Línea... Y sí, it makes me puke, maldito imbécil y su gruñidillo felino...


Sunday, May 22, 2011

Grises filtraciones

Un par de vídeos están causando furor en los foros de investigación ufológica de medio mundo, y Cuarto Saturnino os los acerca para que vosotros, oh amigos de lo paranormal en sus múltiples facetas (porque qué si no es, admitámoslo, esto que nos une y que hemos dado en llamar "frikismo"), los disfrutéis también, estudiándolos si tal fuera el caso, para juzgar la posible veracidad de los mismos.

En ellos se observa lo que parece ser la filmación en película fotográfica en blanco y negro de la escena inmediatamente posterior al derribo de un OVNI por las fuerzas aéreas norteamericanas, así como de uno de los supervivientes del siniestro, o al menos un ser idéntico a los que, ya muertos, yacen en el suelo junto a la nave siniestrada. El ser responde al arquetipo tradicional de alienígena, tantas veces descrito por especialistas y contactados, y la cámara recoge su comportamiento a escasos centímetros del objetivo, aparentemente ajeno a la filmación, y permite observar con detalle su fisonomía y hasta su vestimenta.

Dada la supuesta antigüedad de las cintas (datadas en algún momento entre 1942 y 1969) y la calidad de las mismas, lo mostrado bien podría ser un simple fraude más a sumar a los muchos ya existentes en torno a lo acaecido en Nuevo México durante la década de los 40, fuera lo que fuera; pero lo cierto es que si se observa con detenimiento, las imágenes tienen ese toque natural, biológico si se quiere, que a menudo los gráficos generados por ordenador exageran hasta mostrarse claramente artificial (esa excesiva fluidez que bichos como el inefable Jar Jar Binks rebosan, por ejemplo). Parpadeos, movimientos de cabeza... el detalle, pese a lo breve del clip (la grabación completa aseguran está en torno a los 30 minutos), no tiene desperdicio. En fin, mejor que juzguéis por vosotros mismos.

Grises seres en tonos grises, filmados en tiempos de grises acontecimientos... ¿o pura infografía?



Friday, May 06, 2011

Invisible


Nuestro pasado es sólo nuestro. Las múltiples piezas que lo conforman son un prisma de infinitas caras en cuya creación interviene una incontable cantidad de individuos, todos responsables en cierta medida del resultado, pero ninguno de ellos dueño absoluto del conjunto. En última instancia, como digo, nuestro pasado sólo nos pertenece a nosotros mismos. Y en ese sentido, lo que en realidad es nuestra historia permanece invisible al resto, un secreto silencioso que arrastramos a lo largo de la vida como quien custodia receloso una caja ornamentada cuyo interior únicamente conoce quien la posee: aparentemente debe albergar algo valioso, pero lo que se ve y lo que se oculta no siempre están en sintonía.
Mi última degustación de la obra del incombustible Paul Auster es una novela compacta, una historia de historias tan propia del autor que, tras el lapso de tiempo desde que leyera la última, no ha podido dejarme más satisfecho. Quienes lo hayan leído, quizás también los que sólo hayáis sabido de él mediante estas breves notan que traigo al blog tras cada nuevo libro, sabrán de sobra cuáles son los pilares básicos sobre los que Auster suele construir sus universos (Nueva York, las miserias humanas, lo cotidiano elevado a categoría de sublime, por adictivo, las relaciones imposibles, la figura del escritor, su obra y sus diatribas...), y cabe apuntar desde un primer momento que todo ello está, de una u otra manera, presente en Invisible. Lo grande, sin embargo, del nuevo texto, lo que le confiere el carácter de obra magistral dentro de una obra ya de por sí excelsa y variada, es la experimentación (taimada pero precisa) de la que se ha servido para conformar la novela. A saber: el metatexto, la muñeca rusa que es contenido y continente al tiempo, esa técnica que ya apuntara como vía de desarrollo en anteriores novelas, alcanza aquí su máxima expresión, salpicando el libro de la autoría múltiple más exquisita para dotar de color a una prosa ya de por sí notabilísima. Luego están los cambios de punto de vista narrativo, los usos malabarísticos de la referencia temporal, los silencios, las infinitas frases coordinadas que reflejan un estado de ánimo, las mucho más sintéticas oraciones simples y breves que hacen lo propio con otros, y un largo etcétera de virguerías textuales y narrativas que acaban por conformar un collage vibrante que arrastra, irremisiblemente, a devorar el conjunto de forma insaciable.
Y luego está la historia, claro. Qué decir de la historia... Hablaba al principio del carácter invisible del pasado que a cada uno nos corresponde, de cómo lo que los demás ven del mismo no es sino una representación de éste que creamos para satisfacer su ansia de curiosidad, y en ese sentido lo que acaba por identificarnos de cara al mundo no es sino una deformación inexacta de lo que somos. Inivisible habla de eso, de cómo es posible conocer a las personas (si es que lo es), atendiendo tan sólo a los que la vida nos muestra de ellas, lo que los demás nos confían de ellas, y lo que ellas mismas deciden revelar en ciertos momentos a modo de generosa confesión. El conjunto de todo ello ha de ser, forzosamente, un mosaico incompleto y amorfo en base al cual acabamos por juzgar a los demás, suponiendo, creyendo firmemente en última instancia, que les conocemos, que sabemos cómo son y, por ende, lo que cabe esperar de ellos. Y sin embargo, todo eso que no vemos, esa invisibilidad que jugamos a disfrazar de mentira, secretos, silencios y medias verdades, es lo que, por omisión, nos define y construye nuestra verdadero yo. Pero un yo no puede, por definición, comprenderse sino desde uno mismo... y por eso, lógicamente, nadie alcanzará nunca a conocernos de forma completa.
La invisibilidad del título se extiende a otros momentos de la novela (perder el contacto con una persona es ver cómo su recuerdo pierde consistencia lenta pero inexorablemente, con el paso del tiempo, y un recuerdo puede, a su vez, resonar eternamente en la memoria aunque su origen fuera producto de pura fantasía o ensoñación, algo que nuestros ojos jamás vieron), pero ésa es la razón fundamental que hilvana el todo que es la obra. Lo demás (sexo, política, literatura, geografía, el ocaso de la vida...) si bien es en ocasiones tan protagonista como los personajes mismos, queda en cierta medida obscurecido por la enormidad del mensaje final, confuso pero directo, enorme por revelador, y en última instancia una gran incógnita que nos hace preguntarnos cuánto de lo leído es cierto, no siéndolo nada, por cuanto lo que se nos cuenta se fundamenta en esos textos tan subjetivos paridos por sus protagonistas, que conforman la muñeca rusa de la obra misma.
Acaso todo lo que sabemos de los que nos rodean sea mentira. Una gran mentira que nos hemos empeñado en creer porque sólo así podemos seguir despertando cada día junto a esa persona, tomándonos ése café junto a aquel otro, saludando alborozadamente a éste o a aquél amigo, respetando a nuestros padres, deseando a aquella chica, admirando a aquel artista... La novela habla de todo eso, o lo hace implícitamente, y tras su lectura, uno no puede por menos que pensar que hasta nuestro propio nombre no deja de ser una pantomima intrascendente que en poco nos define: cuántos hay que se llaman exactamente igual que nosotros y, sin embargo, nos son absoluta y totalmente indiferentes... e invisibles.