Friday, June 05, 2009

...pero rancio, rancio (4): El Autoestopista

Hoy la oferta televisiva en lo tocante a series de importación es abrumadora. Según se mire, hasta podría decirse que la calidad media de las mismas supera a la de la mismísima industria hollywoodiense, que atraviesa una época de escasez de buenas ideas y se vuelca en historias llenas de efectos especiales para atraer a un público cada vez más entregado a las producciones de canales como HBO, Fox o SciFi.
Sin embargo, cuando la parrilla de canales en España se limitaba a dos tristes alternativas de subvención pública, cuando "elegir" era una simple cuestión de disponibilidad de horarios y de pereza a la hora de levantarse del sofá para cambiar de canal, dar con una serie que marcase como lo hizo la que hoy nos ocupa se antojaba una tarea cuanto menos complicada. Y sin embargo ocurría; y ocurría muy a menudo, para ser francos. Puede que la nostalgia que tanto nos gusta enarbolar por aquí tenga mucho que ver, pero gran parte de los recuerdos que las series de los 80 y primeros 90 dejaron en nuestra memoria son de lo más positivos. Empezando por El coche fantástico y acabando con El equipo A, muchas fueron las series que devoramos en una primigenia pleitesía que hoy, tantos años después, se desborda con los Perdidos, Sopranos, Scofields y Bauers de turno.
La cabecera de aquel legendario El Autoestopista, emitida hacia 1984, creo recordar que los viernes noche a horas en que cualquier crío normal habría llevado ya varias horas en la piltra -digo normal, así que el término no me es de aplicación-, es un recuerdo que me retrotrae a un tiempo lejano en que la televisión todavía era un misterio que cada día te obsequiaba con algo nuevo y sorprendente. La serie en sí, una especie de amalgama entre Alfred Hitchcock presenta, Cuentos asombrosos y Autopista hacia el Cielo, se servía del personaje que veis para abrir y cerrar las historias autoconclusivas que narraba en cada episodio, en un tono bastante decadente y sombrío. Lo cierto es que pese a lo precoz en materias audiovisuales del que os habla, no recuerdo mucho más allá del contenido de la misma que esta cabecera rancia rancia que os traigo desde las fosas abisales de Youtube. Lástima no haber dado con la versión española de la misma, que aunque calcadita, contaba con una voz en off para traducir el título que, si no me falla la memoria, prestaba el amigo José Luis Angulo, valedor de Wildwood en labores doblajísticas.


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