Tuesday, December 25, 2007

¡Feliz Navidad!

En estas fechas tan entrañables, la dirección del Corral de Piedra desea enviar un emotivo mensaje de paz, amor y felicidad a todos sus habituales lectores. Nos place contar con vosotros, y no escatimaremos esfuerzos en seguir creciendo para llevar a vuestras pantallas lo mejor y más variado de cuantos fenómenos freaks, anécdotas dignas de ser contadas y paranoias mentales wildwoodianas merezcan un lugar en este, vuestro blog.
El año que poco a poco expira nos ha colocado por encima de las 1.100 visitas, y eso desde principios de septiembre tan sólo. Sin vuestra ayuda tal dato habría sido imposible, y creedme cuando digo que ver crecer día tras día el contador me anima a seguir ideando nuevos posts que, al menos momentáneamente, os hagan sonreir. Con eso me conformo.
Pero no quiero ponerme sentimental, y prefiero que el discurso navideño lo dé alguien que tiene en esto más experiencia. Quizás algunos ya lo hayáis visto, porque tiene algo de tiempo, pero merece la pena recordarlo. Un pedazo de discurso como la copa de un pino que le da mil vueltas a los tradicionales speeches de SSMM the King de la noche del 24.
Que tengáis una muy Feliz Navidad con los vuestros, amigos. Nos vemos pronto, muy pronto.


Friday, December 14, 2007

Sesenta años de leyenda


Fue un 14 de diciembre, allá por 1947. Tal día como hoy, sesenta años atrás, se inauguraba el que sería escenario de algunos de los momentos más memorables de la historia del mejor club del siglo XX. Su templo, su teatro de los sueños, la gran Catedral Blanca. Nacía el Santiago Bernabéu.

La trascendencia del Real Madrid es indivisible del marco incomparable que desde entonces acogería muchas de sus proezas. Irrepetibles remontadas, finales para el recuerdo, goles imposibles, y sobretodo, emociones. Los que desde aquel Os Belenenses-Real Madrid han llenado noche tras noche, tarde tras tarde, el por entonces conocido como Nuevo Chamartín lo saben bien. Sus gradas han hervido con miles de gargantas cantando en un solo grito las hazañas de su equipo. Miles de almas han contagiado a la suya durante sesenta años, y lo han convertido en un mito, en un escenario mágico que impresiona sólo de nombrarlo. Incluso vacío, el Bernabéu impone: su silencio es como el sueño de una bestia que descansa en espera de un nuevo enfrentamiento, como un susurro quedo en medio de un universo que nunca cesa, como si el eco silencioso de su historia nos observase desde las alturas...

Don Santiagio Bernabéu lo hizo posible. En 1944 el Gran Hombre Blanco adquirió por dos millones de pesetas los terrenos donde hoy se erige la enorme mole madridista. Como en tantos otros asuntos, el presidente Bernabéu fue todo un visionario. Suyo es también el mérito de la creación de la máxima competición europea a nivel de clubes, y gracias a su enorme capacidad de anticipación supo adivinar cuál sería la importancia futura de una vía, la Castellana, que por aquel entonces era sólo una Cañada Real al este de la cual se extendían poco habitadas zonas silvestres. Hoy el paseo de la Castellana es una de las arterias principales de la capital, si no la más importantes, que a su paso por la zona de Chamberí dirección Cuzco sorprende al despistado visitante con una de las estampas más imponentes de cuantas ofrece la Villa y Corte matritense. Allí se levanta el estadio Bernabéu, orgulloso, impasible, tan entroncado con el pasado de la ciudad, y a la vez tan modernamente urbano, casi como un edificio de oficinas que aspirase a ser considerado monumento. Si tal cosa fuera posible.

Dar a luz semejante obra tuvo un coste de 37 millones de pesetas de la época. Una nimiedad visto desde el presente que sin embargo supuso un colosal esfuerzo para las arcas blancas, recompensado eso sí a todas luces,con los éxitos que tal marco acogería de forma ininterrumpida desde aquel día. Sucesivas remodelaciones y ampliaciones convertirían aquel primer estadio en la magnífica obra que hoy conocemos, que en su momento cumbre en cuanto a capacidad (desde 1954 hasta la incorporación definitiva de asientos en todas las zonas del campo a mediados de los noventa) llegaría a albergar a 125.000 gargantas ansiosas de triunfo.

Hoy, sesenta años después de aquel primer encuentro, el Bernabéu continúa tan espléndido como siempre. La UEFA lo acaba de incorporar a su lista de estadios 5 estrellas, con lo que a buen seguro pronto veremos una final de Copa de Europa -así es como siempre debió llamarse- en su escenario, y la afición blanca sigue acudiendo en masa cada domingo a sus gradas para presenciar uno de los espectáculos más impresionantes que pueden hoy verse en el mundo del fútbol. Ni siquiera hablo del Real Madrid, no. Hablo de escuchar gritar al Santiago Bernabeú, de sentir cómo tiemblan sus entrañas cuando el enfervorecido público jalea las acciones de los jugadores, o de cómo, al acabar el encuentro, la bestia vuelve a dormirse, tan rápidamente como despertó, en espera de alguna otra batalla. De alguna otra noche para la leyenda. Su leyenda.

Monday, December 10, 2007

¡Ba-boom!

Ya la había visto en el metro, de reojo por la mañana temprano, al lado de alguna abuela inquisidora, o a quemarropa en la madrugada del sábado, babeando y maldiciéndome por volver a casa solo. Y he pensado que tal vez os gustaría verla a vosotros también.
Sí, es la pringaílla aquélla de OT, ésa que expulsaron la primera y que presentaba el Megatrix con un notas que, fijo, tardaba más minutos de lo esperado en salir de la piscina después de grabar con ella. Yo igual ni habría salido...
El caso es que la moza, más allá de lo que pueda valer músicalmente hablando (nada, seamos sinceros), está como un tren. Qué coño, como toda la flota de Renfe junta: Altarias, Talgos, Aves y cercanías morralleros Elche-Alicante-Murcia... Ya, ya sé que las hay mejores; pero también infinitamente peores, y la chica tiene un nosequé que qué sé yo. Lo que vendríamos llamando morbazo, vamos.
La ropa, por llamarla de alguna forma, que la separa mínimamente del desnudo (muy mínimamente) es defintiva, especialmente el bañadorcillo blanco que permite a los sordos entender a la muchacha (y eso, sin abrir la boca, tiene mérito, mucho mérito). Y como la nena pone caritas así en plan malota, pues nos entran ganas a nosotros de ser malos también. ¿Cuál es el modelito que más os mola a vosotros? Fijaos bien en el vídeo y contádmelo, amiguetes. Eso sí, procurad no mancharme el blog, please...
¡Lleig! ¡Molt lleig!

Wednesday, December 05, 2007

Happy Birthday...¡Snikt!


Es el mejor en lo que hace. Logan, Emilio Garra, Arma-X, Parche, Muerte, Mutado 9601, Jim Logan, Arma Diez, Experimento X, Arma Chi, Canadá, Agente Diez...James Howlett. Lobezno.
No es casualidad que lo eligieras, chico. Nos hacemos viejos, y como al bueno de James, de Logan, el corazón se nos va endureciendo. Nos refugiamos en nuestra mutación (que cada uno elija la suya), y buscamos a nuestros semejantes: parias de un mundo demasiado perfecto que margina a los que son diferentes. Nosotros los somos, gracias a Dios.
Nuestras garras también salieron a la luz por primera vez tras un trauma infantil del que nos sobrepusimos a duras penas. La noche de los tiempos lo nubla poco a poco, pero nuestro Thomas Logan particular sigue de cuando en cuando acabando con nuestro padre ante nuestra atónita mirada para recordarnos que debemos mantenernos siempre firmes.
También nosotros huimos de Perro...a nuestro modo. Hubo una Madripur, y un encuentro con el Capitán América (uno de tantos, vacíos vengadores), que para nuestra desgracia fue enemigo en vez de aliado. En algún punto del tiempo decidimos formar parte de un proyecto con el que dar un giro definitivo a nuestras vidas. Arma-X nos cambió para siempre, en todos los sentidos: el bueno de Abraham B. Cornellius nos forró de Adamantium y nos hizo prácticamente inexpugnables (era necesario para subsistir en este mundo de locos), pero a cambio nos devolvió a un estado primitivo, casi salvaje, en el que los sentimientos y la razón ya poco importaban. Y también hubo una Escuela para Jóvenes Talentos en la que ingresamos en algún momento, hace ya. Luego todo fue más fácil. Unidos, la Patrulla, nuestra Patrulla, devolvió la estabilidad a nuestra mente y nuestro espíritu.
Quizás nuestro factor curativo ya no sea tan eficaz como era entonces, o puede que el Adamantium del que tanto dependemos amenace con desaparecer de vez en cuando (siempre habrá algún Magneto oteando desde Avalon)... pero mientras recordemos lo que somos, por quién lo somos, estaremos a salvo.
Pon el puño delante de la cara, baja la mirada y hazlo conmigo...¡snikt! ¡Eso es! Feliz cumpleaños, compañero.

Sunday, December 02, 2007

...pero rancio, rancio (2): Dur, dur d'être un bebé

Dice mi hermano Abraham que mi cabeza guarda polvorientos recuerdos musicales que cualquiera lucharía por desterrar para siempre de su memoria. Desagradables composiciones que por rancias, particularmente rancias e infectas, se han instalado para siempre en donde quiera que el cerebro acumule semejantes atrocidades contra el buen gusto. El Polichinela (a quien dedicaré, quizás, un post), nuestra amiga La Llama...o este "temazo" que hoy nos ocupa. No perdáis detalle...
El crío en cuestión, el amigo Jordy, es un gabachete de cuatro añitos que pretende ser gracioso. Ya sabéis, uno de esos productos efímeros como las setas que de cuando en cuando los jefes de marketing de las discográficas pretenden vender al gran público para mayor gloria de sus bolsillos. El caso de Jordy no es muy distinto al de otros, algunos españoles, en lo que se refiere a perdurabilidad o calidad musical. Su cénit se remonta a principios de los 90, impulsado aquí en España al menos en gran medida por el 1,2,3, y que yo sepa no se le conoce ningún otro tema (ya no hablemos de éxito) que no sea el bodrio que perpetra en este vídeo.
Todo en él merece un comentario crítico/jocoso, desde la propia pinta del guacho, que si fuera más blanco sería una figura de Lladró, hasta el montaje del clip, verdadero ejemplo de cómo hacer vomitar a una lamprea con planos horrendos en los que se potencia lo ya de por sí desagradable del tufillo borgoñón de desprenden los papis del nene. Qué asquito, oiga.
Luego está la canción, verdadero protagonista del asunto. Me he tomado la molestia de mirar la letra por ahí, con mi escaso francés, y no penséis que habla de temas trascendentales que puestos en la boca de un infante podrían, quizás, tocar los nobles hilos del alma del casual oyente. No. Más bien al contrario, la letra es tan pestilente como aparenta: me llamo Jordy, tengo cuatro años, soy pequeño, y bla bla bla... Vamos, que Yo y mi llama al lado es el Bohemian Rapsody de Queen. ¡Ah! Y los que tengáis el estómago necesario para aguantar hasta el final del vídeo, veréis recompensada vuestra valía con un parrafito de frasecillas del chiquillo sampleadas y montadas con "copia y pega" que rematan ya la obra de arte. Santo Dios. Obviamente, no esperéis entonación por parte del zagal, bastante tiene con repetir cual loro las chorradas que le han hecho aprender los padres. Hala, amigos, a escuchar al mocoso, que seguro estáis deseándolo a estas alturas. Lastimica me dan vuestros oídos...

Tuesday, November 27, 2007

Mr. Vértigo

No diré que conozco a Auster. Aún no. Voy camino de hacerlo, pero aún no lo conozco. Aunque empiezo a intuirle, eso sí. Quienes lo han devorado en su casi totalidad, no obstante, sabrán que lo que me dispongo a decir es cierto. No es el todo, pero es cierto, aún siendo parte.
Hace algunos años, ya muchos, Perenzal me habló de un autor americano de prosa directa e historias cautivadoras que había levantado un "castillo en la luna". Picado por la curiosidad, me sumergí en aquella novela un verano de los que aún eran ociosos, y descubrí que también se podían contar cosas interesantes sin recurrir a orcos, elfos, hobbits y lembas. Aquel texto levantaba el vuelo de forma sutil sin elevarse nunca del todo, con un Nueva York de fondo que, por momentos, parecía ser el verdadero protagonista. Auster convertía la insulsa vida de un cualquiera en un punto de encuentro de vidas más prosaicas pero no menos mundanas, tejiendo un argumento sólido que, al final (no se me solivianten, no se trata de ningún spoiler), resultaba poner cada cosa en su lugar con pirueta incluida. Y en medio, un inolvidable pasaje en un ascensor (mínimo pero revelador), y un Parque con vida propia, tal que la isla de cierta serie de cierto culto...
Luego, años más tarde, movido por el deseo de reencontrarme con el autor, me sumergí en una trilogía también neoyorquina, también aconsejada. De nuevo, la directa forma de contar las cosas más cotidianas y las más inverosímiles, por introspectivas, llenaron horas de asueto y esparcimineto. En esta ocasión, Auster dividía su obra en tres actos aparentemente independientes, tras de los que subyace un hilo invisible, casi involuntario, que acaba por conectar ante la sorpresa del lector las tres historias, sin conectarlas. Al menos explícitamente. A eso me refiero: uno lee sobre un escritor reconvertido contra su voluntad en investigador privado, sobre un investigador privado que se aisla de sí mismo para encontrarse a sí mismo escribiendo, y sobre un periodista que investiga para escribir una biografía (sobre sí mismo en realidad, aunque no una autobiografía)... y lo inconexo se completa. Nueva York, además de en el título, aparece siempre dibujado en el paisaje.
Mr Vértigo, tras todo ello, supuso la sorpresa. Justo cuando uno piensa que ya conoce a Auster, que puede preveer sus giros o que sabe de qué pie cojea, el escritor se reinventa. No más cotidianidad vestida de excepción. Ahora mejor, optemos por la excepción vestida de cotidianidad. ¿Qué, si no, es la historia de un niño que aprende a volar? Literalmente y metafóricamente. Es Sant Louis, y son los años 20, y son tiempos difíciles para un huérfano al que un misterioso personaje (Yehudi...qué gran nombre) pretende convertir en algo único. Al final, como todos nosotros, acaba siéndolo, pero en el camino Auster retrata un momento en la historia americana con respeto, fidelidad y la magia que sólo él sabe imprimir a lo que escribe. Decíamos que para ello se reinventa, y tal es así que incluso dentro de una misma obra se permite frenar en seco para recrearse en algo aparentemente trivial sólo por el mero hecho de hacerlo (no dudo de la relevancia del baseball como hecho social en la América de los 30-40, pero su peso en la novela sólo puede justificarse, en cierto momento, desde la habilidad del autor para dar coherencia a lo que aparentemente -otra vez- parece no estar relacionado).
Las cuitas de Walt, el asombroso niño prodigio, ocupan ahora mis pensamientos literarios en espera de un nuevo episodio en el descubrimiento de Paul Auster. Y sí, ahora ya no me pillará por sorpresa. Creo saber, por fin, de qué pie cojea el autor americano. No lo sé todo, pero sé parte, y creo hablar con certeza cuando digo que esta vez sus creaciones no me pillarán desprevenido. Aunque, bien mirado, pocas cosas hay que desee más.

Friday, November 23, 2007

El "Face to Face" definitivo


El 27 de diciembre de 1982, en plena celebración navideña, se produjo uno de los encuentros más significativos de todos los tiempos. El Papa Juan Pablo II se reunía, casi dos años después, con Ali Agca, el turco que había intentado asesinarle en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, hacia las cinco de la tarde.
El frustrado magnicidio postró al Sumo Pontífice durante tres meses en la cama de un hospital -el tiro en el estómago no alcanzó ningún órgano vital-, pero mantendría al terrorista durante más de 19 años entre rejas, antes de que fuese indultado a principios de 2006 para volver a la cárcel tan sólo unos días después. Su salida definitiva se espera para el año 2010.
Aquel 27 de diciembre, el papa tenía prevista una visita a la prisión de Kartal, en Estambul, en la que ofrecería una misa a la que esperaba asistiese Agca. Sin embargo, el propio recluso solicitó la presencia del papa en su celda para poder intercambiar con él algunas palabras en privado. Los funcionarios de la penitenciaría supusieron que aquella conversación giraría en torno a la súplica de perdón por parte del turco a Juan Pablo II y accedieron. Sin embargo, el contenido de aquel intercambio jamás salió a la luz. Durante 18 minutos, en una esquina de la sencilla celda en la que cumplía condena el terrorista, dos extremos departieron sobre asuntos desconocidos.
Desde entonces se ha especulado con lo que Agca quiso transmitirle al papa, pero lo cierto es que todo es nebulosa en torno a aquel misterioso encuentro. Dado que Juan Pablo II había expresado públicamente su perdón hacia el convicto poco después de abandonar el hospital, Agca no necesitaba saber si tal era el pensamiento del religioso tras sus actos. Hay quien apunta a que la conversación giró en torno al Tercer Secreto de Fátima; los que apoyan esta tesis insisten en que el terrorista deseaba conocer cuál era el contenido de aquel secreto, que supuestamente hacía referencia al fin del mundo y a la llegada del anticristo. Sea como fuere, el Sumo Pontífice jamás revelaría lo que en aquellos 18 minutos se habló casi en susurros en aquella fría celda turca, aludiendo al secreto de confesión como motivo para preservar la confidencialidad de las palabras del que pudo haber sido su asesino.
Más allá de lo que allí se dijo, el encuentro tiene a todas luces una relevancia especial por lo que supone. Por lo que supone, y por lo que evoca. Ver las imágenes hoy, tantos años después, sigue produciendo cierta inquietud que se mueve entre la compasión, la desconfianza y la perplejidad. Observar los gestos solidarios del papa para con su frustrado verdugo, gestos casi cómplices, a los que acompañan sonrisas que viajan de uno al otro lado, desconcierta. Es fácil pensar, a poco que uno tenga imaginación o convicciones religiosas (del tipo que sean), casi me atrevería a decir que incluso morales, que aquel encuentro significaba mucho más de lo que se nos quiso hacer ver. En aquellas dos sillas, frente a frente, cara a cara, conversaban el Bien y el Mal. Dios y Satán. Buda y el Rey Demonio... Da lo mismo. Y da lo mismo el orden de los roles, por cierto. Lo que importa es lo metafórico de aquellos 18 minutos, su simbolismo, lo impactante de imaginar que a los ojos de todo el mundo las representaciones de los más básicos instintos humanos urdían sus planes o exponían su diferencias.
Quizá por eso lo que hablaron nunca vio la luz. Porque incluso ellos, el Creador y su Creación Fallida, merecen tener un poco de intimidad, de cuando en cuando. Y toda una existencia bien merece 18 minutos...

Monday, November 19, 2007

Chechu Sonoro (1): Solo Peppers

Por fin, con algún retraso, la primera aparición pública de Chechu Sonoro, el espacio musical del amiguete Chechu en el que emitirá valiosos juicios de cuantas sesiones musicales tengamos oportunidad de gozar en tierras matritenses.
Con ocasión del homenaje que los ex-SuperSkunk dieron a los Red Hot el pasado de 21 de Sptiembre de 2007 en la sala Barrakudas, el crítico galaico de mayor arraigo resume, al amparo del Brugal, la actuación en apenas 34 segundos. Todo capacidad de síntesis.
Silencio, habla el crítico. Habla Chechu Sonoro...

Thursday, November 15, 2007

Su Otra Realidad

La inmortalidad se oculta en el recuerdo, agazapada tras de los ecos de la nostalgia y la memoria. No todos se instalan en ella, pues no todas la vidas marcan vidas, ni todas las almas trascienden lo físico para instalarse en lo espiritual. Pero los que lo hacen perduran así para siempre, dentro de aquellos que les siguieron, admiraron y quisieron. Inmortales, su imagen queda retratada para siempre con el carboncillo del afecto.
Fernando Jiménez del Oso fue muchas cosas. Fue padre, esposo, solícito periodista, reputado psiquiatra, reconocido investigador... pero sobre todo, fue un comunicador. Los que llegamos a ver en él algo más que un enamorado del misterio lo admirábamos precisamente por esa faceta suya. Sus innumerables reportajes sobre lo desconocido, la arqueología o la ciencia hicieron de él un número uno dentro del mundo de la divulgación, y le proporcionaron la fama que le acompañaría hasta el día de su muerte -o mejor, de su marcha al otro lado, donde, por la razón que fuese, se le requería-. Pero lo que le diferenciaba del resto, lo que nosotros sí supimos ver y llorar aquel fatídico 27 de marzo de 2005, fue su inigualable capacidad para transmitir. No importaba el tema, aunque siempre eligiese asuntos cargados de romanticismo y preguntas que quizás nunca alcancemos a responder, lo importante era cómo conseguía hacer que cada palabra contase, que cada idea llegase clara y diáfana al espectador para tocar los hilos más profundos de su raciocinio, y en muchas ocasiones de su percepción de la realidad. En cierto modo, oírle era dejarse llevar por un trance hipnótico del que no apetecía salir. Su aparentemente cansada mirada -esa que se llenaba de vida y ganas de saber cuando fruncía el ceño-, su hablar sereno, grave y lleno de inflexiones y pausas, y su socarrón sentido del humor, eran un océano en el que navegar a la deriva esperando que el viento de su discurso te llevase a alguna misteriosa orilla.
Para nuestra desgracia, las cosas buenas tienen fecha de caducidad. Y las personas buenas también. Cuando digo "bueno", aquí, no me refiero al espíritu o al buen hacer como individuo; hablo del valor del sujeto, de lo que al mundo -no importa si son millones o una sola persona- éste tiene que aportar. En su caso fue muchísimo. Explicarlo ahora con palabras es tan innecesario como responder al ignorante que se sorprende por lo que escribo. La realidad es que a algunas mentes inquietas -ellos saben quiénes son-, Jiménez del Oso les permitió algo que no todos son capaces de conseguir: les hizo soñar. Y punto. Lo demás, como suele pasar cuando la ignorancia y la falta de decoro se ponen sobre la mesa, sobra.
Hoy, mirando el retrato inmortal que miro tropecientas veces al día en esa minúscula pantalla de la que tanto dependemos, quise dedicarle un rato de mi tiempo para dejar constancia de que aunque se ha ido, sigue aquí. Y como él, su obra, la tangible y la que no lo es. Tú que puedes, chaval, ponte un DVD a mi salud y disfrútalo. Los demás, daros la oportunidad de escucharle sin prejuicios. Quizás no encontréis respuestas -él, por cierto, ya las tiene todas-, pero entenderéis de lo que hablo...

Wednesday, November 07, 2007

...pero rancio, rancio (1): Yo y mi llama

De verdad que no puedo esperar. Son las tantas, tengo sueño y mañana madrugo, pero no quería dejar de enseñaros este manjar rancio como la corteza del jamón que he encontrado en Tutubo. Escribo entre lágrimas silenciosas para no despertar a los compis, descojonado ante semejante esperpento.
Todo en el vídeo es aprovechable: desde la calidad de la imagen, a la put...ñetera cría jarrai (o como se escriba), pasando por la llama, que me recuerda a alguien pero no sé a quién, y por el asco general que da la puesta en escena. Especial atención a la conversación con el médico (¡ojo fans de los Simpsons!...es la voz de Carlos Revilla, Homer...lo único grande de verdad en el vídeo):
-Hola Margarita, ya veo que has traído a Mari Chari...
¡Juaaaaaas! Y de la canción ya ni hablemos; letras trabajadas, a lo Bono de U2, con rimas del tipo "a ella le gusta el dentista, porque mi llama es muy lista", o "enseña el colmillo, que te lo cepillo". Sí, la llama, que es una cabra deforme, tiene unos colmillos que ni un licántropo, no veas. Y ¿cómo le tiene que cantar a eso el pozo? Por no hablar de los pasteles que tiene que echar...Y mi madre se queja del cachorro.
Nada, nada, vedlo ya... ¡Vale su peso en oro! Hasta mañana amigos.

Tuesday, November 06, 2007

Cuando miras al abismo, el abismo te devuelve la mirada.


Salvo, claro está, cuando duerme. Entonces el abismo es dócil, silencioso, y ni las trompetas del fin del mundo podrían despertarlo. O despertarla, que nuestro abismo es chica. Una bola de pelo de mes y medio y orejas descomunales que viene a llenar el hueco dejado por una leyenda... con todo lo que eso supone.
El pasado día 1 del 11, hacia las 9:30 de la noche, hacía su presentación en sociedad la nueva mascota del Corral, Abyss. Un basset hound valensiano como la paella que trae ya de cabeza a los que serán sus amos y educadores durante los próximos meses/años.
Esta primera instantánea recoje un plácido momento de reposo de los que a menudo hace gala (por desgracia aún no cuando toca, por la noche), pero puedo aseguraros que la niña tiene carácter. Y si no, que se lo digan a mis laceradas manos... Ahora habrá que aplicarse duro para que su genio se apacigüe y se convierta en la "estupidez" y parsimonia que suelen caracterizar a la raza.
Esperemos que la canija evolucione bien y encaje mejor en su nuevo hogar. Hay muchas esperanzas depositadas en ella. Welcome home, Abyss.

Monday, October 29, 2007

Saturday, October 27, 2007

Street Fighter IV: Vuelve el mito

El reciente Capcom Gamer's Day deparó una de las sorpresas más insospechadas de los últimos tiempos: la publicación de un nuevo capítulo en la saga de lucha más importante de la historia del videojuego, Street Fighter. La cuarta entrega verá la luz el próximo 2008, aún sin fecha concreta, y aunque Capcom no ha revelado si se tratará de una entrega 3D o si continuará apostanto por la bidimensionalidad, desde El Corral esperamos que se opte por mantener la estética 2D clásica, remozada eso sí, que tanto nos ha hecho disfrutar a los fans de la serie.
De momento, aquí os dejamos con el trailer del juego... Disfrutadlo. Yo me voy a echar unas partidillas al Capcom Classic Collection para ir matando el gusanillo.

Wednesday, October 24, 2007

Decorando mi zulo

Hola.
Me llamo Wildwood, y llevo dos meses entre cuatro parcas paredes blancas, sobre un colchón de esponja que yace, literalmente, sobre el suelo. Mis secuestradores querían ponerme a prueba, y dijeron que me bastaba con una mesita minimalista, un flexo polvoriento y un armario de Ikea al que le faltan perchas.
Pero yo tengo un plan. De momento, voy a dar puerta al armario de Playmobil para ganarle hueco al zulo. Luego, me desharé del colchón de esponja y colocaré una cama, esta vez con somier, bajo la ventana, a lo ancho. Luego haré lo propio con la mesita, compraré algunos posters, una alfombra, una bombilla de más vatios, una lámpara acogedora y una mesa de ordenador con silla, y decoraré mi zulo a mi gusto.
Mis secuestradores dicen que lo normal es sentirme como me sentía al principio de mi cautiverio, aislado y desganado. Pero estoy venciendo. Siento que mi estancia aquí ya no será un suplicio, y empiezo a ver mi zulo como un lugar hogareño en el que poder descansar sin la imperiosa necesidad de abandonarlo cuanto antes. Es más, creo que incluso puede que empiece a gustarme mi secuestro.
No paguéis el rescate. De momento me quedo aquí.
Wildwood.

Thursday, October 18, 2007

La forja de una leyenda







Testimonio gráfico obra del amigo Fran de la Estación del Silencio, cuna de Héroes. Efectivamente, estuvimos allí.

Monday, October 15, 2007

Simplemente...Héroes.

¿Cómo describir lo indescriptible? ¿Cómo expresar con palabras lo que las palabras sólo alcanzan a esbozar? ¿Cómo poner por escrito sensaciones que no pueden ser explicadas? Supongo que basta con decir "Héroes del Silencio en concierto". Así de simple.
El pasado 12 de octubre tuvo lugar en Zaragoza uno de los acontecimientos más esperados de los últimos tiempos: el regreso de Héroes, diez años después. Diez años de rumores, incertidumbres y sueños que cobraban forma a las nueve de la noche del pasado viernes, finalmente, casi como si lo imposible se hiciera realidad ante nuestra atónita mirada.
La Romareda se vistió de gala para a coger a 40.000 enfervorecidas gargantas que corearon el nombre de sus ídolos hasta la extenuación y la afonía durante dos horas y media. Los Bunbury, Valdivia, Andreu y Cardiel repasaron, sobre un escenario gigantesco que se extendía varias deceneas de metros hacia adelante en una estrecha plataforma, sus éxitos de siempre, entre los que además dejaron huecos para interpretar algunas canciones de sus primeros álbumes que sólo los muy aférrimos conocían como para cantarlas con ellos.
La puesta en escena fue simplemente soberbia. Miles de vatios de sonido hacían temblar los cimientos del estadio y las piernas del respetable, que entregado, no daba crédito al espectáculos de luces, pantallas y efectos que constantemente se mostraba ante sus atónitos ojos.
Resulta imposible destacar un sólo momento, porque el concierto entero estuvo lleno de ellos, desde la magistral intro seguida de El Estanque (me gustaría saber a cuántos, como a mi, se le saltaron las lágrimas), hasta los acordes iniciales de Entre dos Tierras, o la imagen para el recuerdo de un público plagado de luces que simulaban un reflejo del cielo en la tierra cuando Bunbury comenzó a cantar La Chispa Adecuada. Todo fue especial. Todo fue inolvidable. Todo fue irrepetible...
El próximo día 27 de octubre los Héroes darán su último concierto de esta gira-reencuentro, en Valencia. Y cuando acaben, presumiblemente, la voz del mayor grupo rock que ha dado este país se apagará para siempre. Pero como ellos mismos dijeron una vez..."Para siempre, no hay nada para siempre". Y así debe ser.
Nosotros, los que estuvimos allí, sin embargo, siempre podremos decir que asistimos a su reencuentro y a su despedida. Diez años después. Diez años de sueños, rumores e incertidumbres después. Con ustedes, Héroes del Silencio.

Wednesday, October 10, 2007

"Un Salto al Vacío", Capítulo 2

BIENVENIDO
El tiempo pasa despacio si eres una piedra. No lo hace, sin embargo, si eres un hombre, por mucho que tu corazón se haya vuelto duro y frío como una roca. Pero un año es nada para que el cambio pueda hacer mella en la piedra servida en toneladas que levanta una mansión oscura y parca en ornamentos con más de cien años de historia. Todo sigue igual: cada balaustrada, cada peldaño de la escalinata principal, cada capitel y cada gargolesca figura del friso sobre la entrada.
Una fría ráfaga de viento que hace silbar a los árboles arremolina las ocres hojas contra las paredes, y el canto siniestro y triste de un grajo augura tormenta. Bruce Wayne, el respetado señor Wayne, heredero de una de las fortunas más importantes del país, deseado soltero, respetado hombre de negocios, desconocido vengador, misterioso desaparecido…ha vuelto. Observa inmóvil su hogar, y no siente nada. En el fondo, sabe que su sitio aún no es ése, y que podría no serlo nunca más. Si ha saltado de nuevo al centro de la pista, en contra de su voluntad, ha sido empujado desde las bambalinas de las sombras por un payaso temeroso de que las fieras se hagan con el control del circo, sabedor de que sólo hay un hombre capaz de domarlas.
Los largos días de verano de la infancia quedan lejos. Aquel niño curioso, tímido e inquieto que exploraba cada rincón de la propiedad es un recuerdo distante. Los gritos de alegría al ver llegar a su padre, el movimiento constante arriba y abajo del servicio, la agitación general previa a la celebración de una de las muchas galas que su madre ofrecía a amigos, familiares y clientes…todo es ahora un eco sordo en su memoria. Alfred. Sólo Alfred Su imagen acuda clara a su cabeza. El fiel mayordomo, albacea durante tantos años de su fortuna, es lo único que perdura de aquellos tiempos. En cierto modo, fue como un padre para él, una luz que guió sus pasos cuando el camino quedó borrado de golpe por el mazazo de la muerte. Desde entonces lo llenó todo, no sólo el vacío emocional de la pérdida, sino también el físico en la casa. Su enorme presencia mantuvo con vida la menguante personalidad de aquella mansión, el carácter antaño vital y luminoso de la enorme construcción decimonónica, haciéndole más fácil el día a día en un hogar que cada vez le era mas extraño. Consejero, tutor, educador, servidor…amigo. Sabe que si alguien le ha echado de menos durante estos meses ha sido Alfred. Pero también sabe que él comprendía el motivo, y que su regreso, aunque temporal, hará florecer en su viejo y sereno semblante una sonrisa sincera por el inesperado reencuentro.
Encamina entre reflexiones sus pasos hacia la puerta principal y levanta el pesado gozne de bronce con rostro de fauno. Podría llamar al timbre, simplemente, pero añora el eco poderoso del roble de la puerta perdiéndose por las múltiples estancias de la casa, que siempre anunciaba la llegada del difunto señor Wayne al caer la noche. Tras de unos instantes de espera en silencio, unos pasos delatan la presencia de alguien al otro lado de la puerta. Un par de chasquidos sordos preceden al lento chirriar de las bisagras, y pronto el incipiente resquicio descubre la mirada inquisidora de un hombre ataviado de negro y blanco en un impoluto traje de corbata. Alfred le mira, tranquilo e inalterado, antes de entornar los ojos y dibujar en sus labios un gesto de incontenible alegría.
-Justo a tiempo, señor –su voz denota emoción, aunque trata de disimularla con un aire de seriedad fingida-. La cena está a punto de servirse.
Al abrir el grifo da nácar, una nube de vapor toma toda la estancia. La bañera rebosante es una reproducción a escala del río en los neblinosos días de invierno, con una fina capa translúcida suspendida justo por encima de la superficie. Ya casi había olvidado la reconfortante sensación que supone un baño de agua caliente perfumada con sales. El obsoleto transistor sintoniza una emisora de onda pesquera en la que suenan acordes clásicos de corte gótico. Alarga la mano para coger la agonizante barrita de incienso que prende lenta junto a él, y la apaga introduciéndola en el agua. Después se levanta, coge una toalla y la ajusta a su cintura. Los siguientes minutos los dedica con esmero a hacer desaparecer la desaliñada barba que le ha acompañado durante el último año. Después, ya en su habitación, escoge casi aleatoriamente algo de ropa de su generoso armario y, una vez vestido, dirige sus pasos a su “despacho”.
La bat-cueva conserva su esplendor, pese al año de inactividad. Las rocosas paredes húmedas se elevan majestuosas una decena de metros por encima del pétreo suelo, y una pequeña cascada de agua helada se precipita incansablemente en el extremo sur de la gruta. La iluminación es tenue, pero permite distinguir cada rincón con claridad: el panel de monitores, el cuadro de mandos, los rádares… y una plataforma elevada donde descansa la niña se sus ojos. Bruce Wayne se le acerca y lo acaricia, sonriente.
-Él también le ha echado de menos, señor –le sorprende Alfred desde una esquina-, estoy seguro.
El batmóvil. Una joya de aleación ligera resistente a balas y cargas explosivas diseñado por Industrias Wayne por encargo de un misterioso pero acaudalado cliente de las Islas Caimán, al parecer aficionado a las incursiones en frentes de guerra… que descansa a escasos kilómetros de donde fuera concebido, en manos del ilustre y pacifista dueño del emporio Wayne. El batmóvil. Una sombra invisible a los radares y detectores de movimiento equipado con la última tecnología en armamento tierra-aire y tierra-tierra capaz de desarrollar velocidades por encima de los 300 km/h, aliado inestimable en la lucha que el señor de la noche mantiene con el crimen organizado de Gotham…
>>El batmóvil. Batman sabe que todo pasa por llegar hasta él, pero la veintena de hombres que le rodean no se lo van a poner fácil. Sus rostros irradian maldad y desesperación, mientras sonríen de forma casi clónica clavando sus ojos en los de su presa. Estudia sus posibilidades en un análisis vertiginoso del contexto y su situación y determina que, dadas las circunstancias, un ataque frontal puede ser la opción correcta. Antes siquiera de que los hombres puedan apreciar sus movimientos, Batman extrae de su cinturón dos batarangs que lanza con precisión a los dos enemigos más cercanos. El impacto es letal: los cuerpos se desploman inertes frente a él ante la atónita mirada del resto. Un gigantón greñudo al que le faltan casi todos los dientes ruge y embiste contra la sombra alada. Batman lo esquiva sin demasiado esfuerzo y golpea su espalda con el codo a su paso. La mole cae de bruces arrastrando su enorme panza un par de metros por el suelo, inconsciente. Antes de que acabe la escena, alguien agarra al murciélago por la espalda tratando de inmovilizarlo. Batman lucha por zafarse y descubre la presencia cercana de un encorvado hombre de rasgos asiáticos que esgrime con una nada desdeñable habilidad un machete de interesantes proporciones. Sus miradas se cruzan unos instantes y el hombre lanza una rápida estocada directa al pecho del héroe. Usando a su inmovilizador como punto de apoyo, eleva su cuerpo en el aire y lanza un enérgico puntapié al rostro del hombre armado. Acto seguido impulsa la cabeza hacia atrás acertando en el mentón del individuo, que recula y libera a su enemigo. Batman se gira veloz impulsando su pierna izquierda con la cadera para propinarle a media altura un golpe seco y demoledor. Uno menos.
>>Algunos de los hombres restantes deciden que es mejor huir que enfrentarse a sus miedos, y se internan raudos en las sombras lejos del alcance del señor de la noche. Los que aún conservan algo de valor, o son tan imprudentes como para intentar vencer en el cuerpo a cuerpo a alguien que casi les dobla en estatura, hacen piña en torno a Batman. Se organizan con intención de llevar a cabo un ataque conjunto que no pueda repeler y avanzan con lentitud estrechando el círculo en torno del héroe. Éste los mira impasible girando sobre sí mismo, y eleva después la mirada a las alturas en lo que podría interpretarse como un gesto trascendente a modo de plegaria. Nada más lejos. La sombra sonríe socarrona y dispara un certero tiro con uno de sus gadgets a una cornisa cercana para elevarse después velozmente por encima de las cabezas del grupo, que se abalanza sobre él lo suficientemente tarde como para rozar sus botas con la punta de los dedos. Desde allí, un salto hasta el edificio de enfrente. Uno más. Y otro. Y otro. Pronto puede observar la escena desde las alturas, como lo haría un azor con sus presas antes de abalanzarse sobre ellas.
>>A salvo por fin, recogido sobre sí mismo y en calma, la gargolesca figura traza visualmente un vuelo descendente que le lleve a su corcel de metal negro, escondido algunas decenas de metros más bajo. Abre sus alas y se descuelga ingrávido, a lomos del viento, fachada abajo. Mientras crecen paulatinamente en sus pupilas los objetos que antes sólo insinuaban formas en el asfalto, piensa en quién es y en por qué hace lo que hace. La respuesta se dibuja clara en su mente. Una sonrisa dantesca. Dos disparos. Dos cuerpos inertes. Un llanto desconsolado. Una vida solitaria…Una venganza.
>>Entra en el batmóvil y se siente a salvo, inexpugnable. Enciende el contacto y el rugido silencioso del motor le da la bienvenida…
Anhelaba su canto áspero y violento, mezcla de combustión y música metálica. Siente el tacto frío y suave del volante en sus dedos, casi como si acariciase la tersa piel de alguna de sus amantes. Alfred le observa desde fuera.
-Han nacido el uno para el otro, señor- apunta-. No cabe duda.
Apaga el motor y el silencio vuelve a la batcueva. Permanece un segundo inmóvil dentro del coche, y después desciende pausadamente. Avanza decidido hasta su butacón giratorio de cuero negro y toma asiento.
-He llegado a extrañar realmente este lugar –dice, casi para sí.
-El tiempo se ha detenido en su ausencia. No es que el ritmo en esta casa acostumbre a ser vertiginoso, pero sus quehaceres diarios suponían gran parte de la actividad habitual entre estas cuatro paredes. Desde su marcha, señor, la monotonía ha sido la nota dominante.
-Siento de veras que todo ocurriese así, Alfred –responde Bruce, mirando a los ojos al enjuto mayordomo-. Me habría gustado poder avisarte, o al menos despedirme como es debido. Pero por desgracia las cosas no acontecen como a uno le gustaría que lo hicieran. Este último año he tenido tiempo para reflexionar. Sobre todo para reflexionar. He pensado mucho en mi identidad, en mi lucha, en mis anhelos y en mis temores.
-¿Y ha concluido en algo, señor? –pregunta Alfred.
-No lo sé –la mirada perdida del hombre murciélago emana incertidumbre, mezclada con nostalgia-, para ser honesto. Al final de cada pensamiento la constante solía ser la contradicción. Muchas noches, cuando la sangre me pedía a gritos acción, luchaba conmigo mismo para refrenar el impulso en la creencia de que así podría purgar mi alma de los tormentos a los que la hube sometido. Pero detener lo inevitable no es fácil, Alfred. Hasta hace algunos meses, los que la luna ha permanecido huérfana de compañero en la oscuridad, tenía claro cuál era la senda que guiaba mis pasos. Cuando el grito de ayuda manchaba la negrura del cielo, el murciélago desplegaba sus alas y caía en picado sobre el delito y la injusticia. Encontraba en ello un placer difícil de describir, casi irracional. Pero, ¿hacía lo correcto? O sea, ¿tenía derecho a interferir de forma egoísta en la labor de otros por pura satisfacción personal? Hubo un momento en que sabía sin ningún género de dudas que tras de la máscara había un hombre. El sentimiento de venganza, justificada, movía mis actos sin más aspiración que la liberación del espíritu. No pretendía llegar más allá. Buscaba reconciliarme con mis miedos para teñir de color mis recuerdos, y en la búsqueda caerían tantas fichas como fuera necesario para derribar el dominó de la redención…
Batman silencia sus palabras en un suspiro ahogado que nada tiene que ver con nostalgias o recuerdos. Una tos seca y asfixiante enrojece por unos instantes el rostro de Bruce Wayne; pero antes de que Alfred, alarmado, pueda acercarse a golpearle la espalda, se recupera y prosigue con su reflexión.
-No sabría decir en qué punto del camino me aparté de mi objetivo. Dónde exactamente dejé de perseguir un sueño para guiar el carruaje de las pesadillas de otros. Sólo sé que al final de todas las cosas por las que luché, detrás de todo aquello que movía mi ambición, no pude encontrarme a mi mismo.
Alfred medita sus palabras en silencio. Por primera vez después de muchos años, el intimidante señor de la noche le recuerda a aquel crío desprotegido que arropaba antes de dormir, para después leerle un cuento. Su mirada fría y segura brilla ahora con reflejos de incertidumbre. Avanza lentamente por el suelo pulido de la cueva, hasta llegar a la altura de su protegido; luego alarga la mano y la apoya firmemente en su hombro. Su semblante cuasi octogenario, sereno, inspira de pronto en Bruce Wayne una calma y una confianza que creía perdidas para siempre. Una sonrisa sincera se dibuja en la cara del mayordomo, que sentencia:
-Bienvenido a casa, señor.


Sunday, October 07, 2007

Una pareja de miedo


El teatro Reina Victoria (Carrera de San Jerónimo, 24) alberga una de las representaciones más apetecibles que pueden hoy verse en Madrid. Dirigida por Jaime Azpilicueta, la obra se estrenó en Mayo en Córdoba, y desde entonces hasta 13 ciudades españolas han podido o podrán disfrutar de un desenfadado guión que, inspirado en la obra de Charles Ludlman El Misterio de Ira Vamp, aúna intriga y humor a partes iguales para disfrute del respetable.
Josema Yuste y Florentino Fernández se reparten los seis personajes que dan vida a la historia en un magistral acto de camaleónica interpretación como sólo dos monstruos del humor y la caracterización pueden hacer. El continuo intercambio de juegos de palabras, referencias contemporáneas, chascarrillos y gestos provoca la carcajada constante de un público que acaba rindiéndose al buen hacer de los dos televisivos personajes.
El argumento narra la intriga que se vive en una casa victoriana inglesa cuando Lord Edgar, afamado egiptólogo, contrae nuevas nupcias con la oronda Lady Margaret, tres años después de la muerte de su primera amada y también arqueóloga Lady Ira Vamp. La sombra del misterio se cierne sobre la casa cuando Margaret obliga a su marido, celosa como una perra, a dejar de rendir póstumo homenaje a su difunta esposa. La ambientación, que se sirve de un fantástico aparato audiovisual y una puesta en escena que permite el juego de cambios de rol de los dos actores, contribuye a crear una atmósfera digna de la mejor historia de Oscar Wilde. El ama de llaves Pétrula (travestido Josema Yuste en estado puro) y el criado Nicodemus (un Florentino tontorrón y picaruelo con pata de palo) dan lugar sin duda a algunos de los momentos más chistosos de toda la obra.
Surrealismo, humor y un constante homenaje al absurdo más hilarante harán desternillarse a los espectadores de una obra genial que desde El Corral aconsejamos con el convencimiento que supone haberla disfrutado en primera persona.
El que suscribe se plantea repetir en breve... ¡Miren si será buena!

Tuesday, October 02, 2007

Un apunte de madrugada

Supongo que momentos como éste debería guardarlos para mi. Para mi y los míos. Pero ocurre que todos vosotros, los que estáis ahí, al otro lado, sois los míos. Por eso quiero compartirlo haciéndoos partícipes de lo que siento, susurrándoos a altas horas de la noche lo que en estas cuatro paredes me ronda por la cabeza. Y por el corazón.
Hace casi 48 horas que Wanda no está con nosotros. Aunque lo cierto es que, como pasa siempre con las cosas buenas, algo queda impreso en el aire y nunca terminan de irse del todo. Los últimos meses no habían sido todo lo buenos que deberían, y el día a día se hacía incierto y difícil. Al final, te conformabas con que lo peor no llegase, y eso, amigos, no debería ser nunca suficiente. La espada de Damocles revoloteaba sobre orejas, cesta y collar, creando un ambiente de incomodidad que tras de unos meses se había hecho insostenible.
Ahora, escribiendo esto que tantas veces me he repetido en estas últimas horas, me pregunto si no será sólo un consuelo fútil. Ya sé que la calidad de vida, y más hablando de un animal, debería guiar siempre decisiones así, pero no puedo evitar pensar que la situación no era tan dramática. Lo jodido es que sí lo era. Por eso, por pura generosidad opuesta al egoísmo que supondría haber querido mantenerla con nosotros un tiempo más, aún a expensas de hacerla sufrir, lo que ha ocurrido tiene el valor que tiene. El de lo necesario.
Pero una cosa no quita la otra, y no puedo evitar sentir otro pequeño vacío en mi, justo donde duele lo que se va y donde se siente lo que se quiere. Estar lejos me ha evitado pasar por momentos que nadie desearía, para mi desgracia (lo creo firmemente) en más de una ocasión. Pero esta distancia hoy me hace pensar más que nunca en lo mágico que resultan los vínculos emocionales, que vencen barreras físicas y continúan existiendo incluso cuando ya nos hemos ido. De casa, o del mundo. Qué más da.
Claro que, como dije al principio, hay cosas que nunca se van del todo. Y ella era una de esas cosas. Si me disculpáis, voy a ver si concilio el sueño...

Tuesday, September 25, 2007

Juegos de Importación


Madrid, ¿capital de la modernidad? Puede. Desde luego, carteles como éste nos hacen preguntárnoslo.
Eso sí, que el dueño del negocio (en calle Ponzano 72, para más señas) se permitiera el lujazo de anunciar la importación de juegos para la Ultra 64 (sic) es un detallazo. Y que después de tropecientos años no haya quitado el cartelillo aún más. Menudo el máquina.
Luego pasaré a ver si tiene algo de la Nec FX o el CD de la SuperNES. ¡Juas!

Mucha tela...

Saturday, September 22, 2007

Tres segundos, cuarenta y un años


La línea 1 del metro de Madrid es la más antigua del complejo entramado de túneles que componen la mastodóntica infraestructura de la red suburbana de la capital. Inaugurada en 1919 por Alfonso XIII, su recorrido inicial sólo constaba de 3,48 km, y duraba 8 minutos, entre las paradas de Sol y Cuatro Caminos. Hoy, 88 años después, la línea 1 consta de 33 estaciones que recorren Madrid en su totalidad de norte a sur, y de sur a norte, a lo largo de casi 24 km. Las estaciones de aquel primer tramo originario continúan hoy formando parte del dibujo de la línea, a excepción de una de ellas: la estación de Chamberí.
Situada entre las paradas de Bilbao e Iglesia, Chamberí acogió a trenes y viajeros durante casi cuarenta y siete años, hasta que en 1966 las autoridades decidieron clausurarla por su extremada cercanía con las citadas estaciones, lo que obligaba a los trenes a circular demasiado despacio haciendo poco útil su existencia. Se tapiaron los accesos al andén y la estación quedó congelada en el tiempo. No se retiró la basura de las papeleras, ni los carteles publicitarios, y durante muchos años la estación fue una fotografía exacta de una época concreta que los trenes permitían ver apenas unos instantes en su rápido trasiego entre Bilbao e Iglesia.
Aunque el Ayuntamiento de Madrid se propuso en 2006 rehabilitar la estación de Chamberí para convertirla en un museo, aprovechando todos aquellos objetos que habían permanecido intactos desde 1966 (tornos, la cabina del jefe de estación, cartelería, señales...), gran parte de aquella memoria histórica se había visto irremediablemente destrozada por la acción de grafiteros que, arriesgándose a cruzar las vías, llegaban a la estación para llenarla de pintadas, quemar parte de la decoración y destrozar algunos de los valiosos objetos que se habían conservado durante varias décadas.
La estación era hasta hace relativamente poco visitable, consiguiendo una autorización, con fines periodísticos o incluso cinematográficos (en la película Barrio, de Fernando León de Aranoa, Chamberí es refugio subterráneo de parias y sintechos), pero las obras de restauración han eliminado, temporalmente, esta posibilidad. Dicen los que han estado allí que caminar por sus pasillos era como atravesar un silencioso agujero en el espacio-tiempo. Los periódicos de la época en el suelo, los billetes usados, los mapas de la red de metro...todo permanecía allí, en la oscuridad rota por la linterna de los vigilantes, entre el crujir de vidrios pisados bajo los pies, cubierto por una fina capa de polvo y moho rojizo.
Los que no hemos tenido esa suerte, que somos casi todos, nos conformamos con un viaje en el tiempo que dura apenas tres segundos: el tiempo que tarda el tren en recorrer el andén de la estación en su camino entre Bilbao e Iglesia. Las tenues luces de las obras dejan entrever su mampostería policromada, queda en una calma que se rompe con el traqueteo fugaz del tren. La gente apoya las manos en la ventanilla colocando su cara en medio para no deslumbrarse con las luces del vagón y espía el paisaje. Son tres segundos, sólo tres, pero el viaje dura cuarenta y un años. Luego las voces de la megafonía anuncian la siguiente parada y todo acaba. La estación fantasma de Chamberí, sin embargo, permanece ahí, inmóvil, algunas centenas de metros más atrás, envuelta en un misterio que pronto, quizás, podamos desentrañar en primera persona.

Friday, September 14, 2007

Un Freak en la Capital del Reino


Como dijo el amigo Terminator, he vuelto.

Se abre una vez más un horizonte de perspectivas e ilusiones, de proyectos, de ambiciones, de riesgos y de algunos más que probables sinsabores. Pero sobre todo, comienza una neva etapa en la que ser dueño, en cierto modo, de mi destino. Entre kilómetros de trashumancia didáctica, en metro, bus, a pie o a caballo (si se tercia), mañanas de salas de doblaje en las que reprimir el impulso de quitar al actor de turno del atril para saltar, a lo taurino espontáneo, al ruedo de la fama, y alguna fiesta que otra, esperaré paciente mi momento.
Atrás quedan, por fin, los tiempos de incertidumbre sobre el regreso definitivo. Los puzzles automovilísticos y las reprimendas de mecánicos de escasas luces y de adinerados ignorantes. De todo ello, permanecerá para siempre el recuerdo de un equipo humano que hacía de mi día de la marmota algo llevadero. Gracias a todos.
Los demás, todos esos que cerráis mi círculo social, sabéis de sobra que poner tierra de por medio era una necesidad. Como dije hace no mucho, no me he ido, sólo me he trasladado. Cada uno tiene un sitio reservado en mi equipaje, así que todos estáis aquí, conmigo. Y lo estaréis más aún si os animáis a visitarme algún finde, no hace falta que os lo diga...
En fin, hay una jungla ahí fuera esperándome. Voy a ataviarme como es debido, a apretar con fuerza los dientes, y a comerme el mundo. Esperemos que no se me indigeste...

Nos leemos, mis paletos.

Saturday, September 08, 2007

Mi Cine en Casa (2): Rocky Balboa


Existen sagas fílmicas que, por malas, debieron quedar en un sólo episodio. Existen sagas que dejaron tan buen sabor de boca que uno desearía un capítulo más aún sabiendo que lo mejor es recordarlas redondas, como fueron, por miedo a que el nuevo intento de éxito emborronase todo lo anterior. Lo normal, por cierto, es que ocurra esto último. Existen sagas (las menos) que aún sobrexplotadas siguen dando momentos de gloria al celuloide y de disfrute al espectador/fan (los términos son aquí sinónimos porque sólo el fan permanece en tales casos). Y existen sagas irregulares, series de capítulos con altibajos que viven del enorme éxito de una impactante primera cinta, donde lo importante es dar al público una nueva ración de aquello que hizo y hace del título una garantía en taquilla.
Rocky, la serie, es una de estas sagas. A finales de los setenta, un perfecto desconocido de ascendencia italiana con un pasado ligado al cine erótico escribió una historia de pundonor, superación, amor y humildad que marcaría el comienzo de una leyenda. Los gerifaltes de la industria del cine advirtieron el potencial de aquellas páginas, y aceptaron la propuesta de llevar a la pantalla la figura del Potro Italiano. Stallone hizo entonces la jugada de su vida, poniendo como condición para el "ok" al proyecto que la cinta fuese protagonizada por él mismo. Todos le agradeceremos siempre aquella osadía (nosotros, y su cuenta bancaria, claro), porque no quiero ni imaginar qué habría sido del personaje interpretado por Burt Reynolds, una de las propuestas de los estudios para dar vida a Balboa. Lo demás, a estas alturas, es historia.
Aquella primera cinta, galardonada con varios Oscars en 1976, que encumbró al estrellato al amigo Sylvester, se vería continuada hasta el reciente estreno de la obra que nos ocupa, con cuatro episodios de cualidades discutibles que tendrían su cénit en la infame Rocky V, con la que durante tiempo se puso punto final de forma deplorable a la saga. Quiero imaginar que Stallone, quien tanto debía al personaje de Balboa, quiso remendar el terrible batacazo artístico que el quinto episodio suponía escribiendo, dirigiendo y protagonizando un último capítulo que hiciera honor a la grandeza (gustos al margen) del púgil de Philadelphia.
Rocky Balboa retoma sin esconderse el espíritu entrañable, hasta cierto punto deprimente de aquella primera entrega. Stallone, conocedor de los factores que apuntalaron el éxito de su opus magnum (extraviados poco a poco en el camino que siguieron sus continuaciones), no disimula su interés por dotar a esta sexta parte de esos matices sentimentaloides que atraparon al espectador de entonces y llevaron al aún poco hormonado potro italiano a la memoria colectiva. Rocky, transformado en lo físico por el paso del tiempo, sigue siendo aquel bonachón infantil de verbo trastavillado pero ágil y filosófica sencillez que nos hacía sonreir con sus bromas pueriles en la tienda de animales a Adrian. Philadelphia continúa siendo gris y fría, y el gran campeón no vive en una mansión enorme ni conduce flamantes deportivos. Gancho y Directo, las tortuga, siguen allí. Y Rocky no se gana la vida haciendo publicidad, sino con un restaurante-museo, el Adrian's, en el que ameniza las cenas de los comensales contando batallitas de su carrera pugilística.
La historia de Rocky Balboa puede no ser gran cosa si se la observa desde lo literario, pero acaso esto sea lo menos importante en un título como este. Lo impagable, lo que en mi opinión hace grande a la película (y al personaje mismo), son "los momentos", esas escenas cargadas de guiños dramáticos en las que la melancolía y la nostalgia nos retrotraen a las sensaciones que nos produjo Rocky I, y que jamás se habían vuelto a reproducir de forma tan fiel en anteriores entregas. Un genial Burt Young (Paulie) y un inspirado Stallone (que desde Copland no había vuelto a tener gestos interpretativos de calidad) se bastan para llenar la pantalla del inconfundible espíritu que irradiaba la obra original. Eso, y tópicos momentos que uno no se cansa de ver como el entrenamiento previo al combate, la ascensión de las míticas escaleras o el piano de Bill Conti que acompaña magistralmente con su inconfundible melodía los momentos clave de la historia.
Mención especial para el doblaje de Balboa, con un recuperado (para Stallone) Ricard Solans que borda esa particular dicción que todos nos hemos cansado de imitar durante años, de Duke (el entrenador de Apollo), al que Pepe Mediavilla impone su peculiar carácter, y de Paulie, con un Joaquín Díaz que transmite sentimiento con cada palabra.
Que Stallone, como decíamos, debe gran parte de lo que es a Rocky Balboa es cosa manifiesta que acaba por proclamar el mismo Stallone dotando al film de un marcado carácter de homenaje, sobre todo en el combate final. El actor y el personaje se funden y se confunden cuando el público, enfervorecido, grita una y otra vez el nombre del púgil que tanto les dio 20 años atrás. No hay interpretación: tanto lo de unos como lo de otro es sincero agradecimiento. Y eso se ve. Yo, de haber estado allí, también me habría emocionado.
Me resulta imposible calcular las veces que debo haber visto la primera entrega de la saga, pero reconozco que nunca me canso, y que con cada visionado las viejas sensaciones vuelven a aparecer. Pues bien, a fecha de hoy he visto Rocky Balboa tres veces, y creo sinceramente que acabará por pasarme algo parecido con el tiempo. Claro que uno, "enamorado" como lo está del personaje (es una forma de hablar, no se me malinterprete), tampoco puede ser objetivo. Ni falta que hace.

Sunday, September 02, 2007

Susurrándole al metal


Me preguntaba si eso del fetichismo, tan habitualmente circunscrito al terreno sexual, podía extrapolarse a otros campos de la vida, de lo cotidiano. Así, a bote pronto, uno parece asociar el término a la apetencia libidinosa por ciertos objetos con connotaciones eróticas como ropa interior, zapatos y tal, que suelen producir cierta excitación en el “sujeto fetichista”. Exclusivamente. Así que acudí a la fuente de todo conocimiento, a nuestro Dr Know particular… la Wikipedia. Y averigüé que, efectivamente, el fetichismo es algo más que colecciones de tangas y muestrarios de tacones.
Fetichista es aquél que siente una especial devoción por ciertos objetos materiales. Sin más. Las propiedades que cada uno asigne a dichos objetos diferirán dependiendo de las creencias o pensamientos de cada cual, pero la base es la misma en todos los casos. Así las cosas, parece lógico afirmar que todos somos fetichistas en algún sentido. Un modelo de coche, una marca de perfume, un aparato de televisión, un sombrero… Que cada uno elija su fetiche.
El mío es un micro. Imagino un micrófono plateado, perfecto, resplandeciente y silencioso, en medio de una sala oscura, casi icónico. Y me pone. Debo confesarlo. No es algo estrictamente sexual, pero me pone. Ese micro inerte pero vivo, de algún modo, es una imagen totémica de mis anhelos, deseos, miedos y temores. Es tan inalcanzable como cercano, tan físico como abstracto, y su recreación mental satisface algo tan inherente a mi como lo hace el sexo. De ahí que en el caso concreto de mi fetiche, lo sexual, lo pragmático, lo cotidiano y casi lo religioso converjan dando forma a un único sentimiento.
Leo en la Wikipedia el origen primitivo del fetichismo. Y también las cualidades mágicas que tradicionalmente se asignaban a los objetos en cuestión. Si el fetiche todo lo puede, es porque representa lo imposible en lo más mundano. Se escoge el objeto no por el objeto en sí, sino por la conexión mística y personal que puede establecer entre el hombre y sus sueños. Y así se vencen las distancias, se conecta con el más allá y hasta con el interior mismo del propio ser humano, si tal fuera el caso.
Y tal caso es el mío. Me preguntaba si el fetichismo podía ser aplicable a mi persona, porque en el fondo sabía que lo era. No hay nada obsceno en el esquema fálico que sigue el diseño de mi fetiche, aunque todo suma, supongo. No, no es eso. Lo sexual, aisladamente, no tiene sentido tal y como yo entiendo todo esto. Además, si la connotación sexual fuera clave, mis preferencias le serían totalmente incompatibles. Pero la representación del poder que supone dicha imagen quizás sí entronque con ese esquema, al fin y al cabo. Lo cierto, sea como fuere, es que ahora sé que soy un fetichista confeso. Y, ¿saben?...Creo que me gusta.

Tuesday, August 28, 2007

La maca de Wildwood


Sí amigos! El viejo sueño de la máquina recreativa en casa es ya una realidad en Wildwood's Home. De hecho, lo era desde hace algunos meses, pero la ocasión de presentaros al más joven y a la vez el más vetusto de los sistemas del Corral se había ido dilatando en el tiempo por asuntos que ahora no vienen al caso. Ante todos vosotros...¡la maca de Wildwood!
Como no podía ser de otra modo, el motivo básico en que me basé para el diseño de los artes de la maca fue mi idolatrado Street Fighter 2. Haciendo uso del inenarrable Photoshop, pude plasmar primero en soporte digital y después en vinilo (gracias al amigo Julián, "romansero" entre "romanseros") las imágenes que en las fotos adjuntas podéis ver, fruto de mi inspiración y admiración por las muy diversas ilustraciones que del título de Capcom pueblan internet.
El mueble, a decir verdad, dejaba bastante que desear en lo que a imagen se refiere en origen. Varias capas de pintura blanca devolvieron cierta luminosidad a una "cabinet" relativamente estropeada por el paso del tiempo. El azul cobalto que se aprecia en las cantoneras puso después la guinda al trabajo pictórico previo a la restauración eléctrica de la recre.
Dicha labor como suele ser habitual fue la que más dolores de cabeza dio al equipo restaurador. La parte del J-Pac no tiene mérito alguno (70 euros tienen la culpa), pero el reponer altavoces, limpiar botonería, hacerse con un ordenador decente, desmontarlo, volverlo a montar, conectarlo, configurarlo, sufrir por la escasa operatividad del PowerStrip y decidir dejarlo todo por imposible, es harina de otro costal. Mentiría si dijese que la primera vez que vi la imagen del Rastan en pantalla no sufrí una emoción descomunal por la que todo el esfuerzo previo había merecido la pena, pero lo cierto es que de esa primera imagen al resultado esperado (y conseguido al final), distaba un mundo.
No sería hasta tiempo después, cuando ya las partidas eran habituales a aquellos títulos cuya resolución soportaba el PowerStrip, que casualmente topé con lo que a mi juicio sería la clave para hacer de mi maca una auténtica recreativa pese a tirar del MAME y tener por tripas y corazón un ordenata en lugar de una placa Hamma como dios manda. El hallazgo lo aportó un amigo de Marcianitos que hacía referencia a la posibilidad de convertir una ATI 9250 de 128mb (valorada en 30€) en una ArcadeVGA (valorada en 90€) con la que conseguir que la imagen mostrada por el monitor Hantarex de la recre fuera exactamente y para todos los juegos la original de los salones recreativos. La cosa estribaba en flashear la BIOS para engañar a la tarjeta e instalar después los drivers de la ArcadeVGA original en el ordenador. Dado que todos los hilos del foro de Marcianitos al respecto hablan de la "posible no legalidad" del hecho en cuestión, no diré que yo llevé acabo semejante acción. Sí diré no obstante, que una vez descubierta esta posibilidad, los juegos "misteriosamente" empezaron a verse 100% fieles a la resolución arcade tradicional.
Desde ese momento la maca podía darse oficialmente por terminada, si bien el noble arte de la restauración de recreativas siempre deja una puerta abierta a la mejora, que en el caso que nos ocupa se refiere básicamente al diseño y colocación de los vinilos para los artes laterales. La primera parte, la del Photoshop, está en este momento al cien por cien, y sólo resta pues que encuentre el momento para que Julián imprima las imágenes y éstas descansen definitivamente en los laterales de la maca.
Mientras ese momento llega, los piques y tardes de auténtico vicio en torno de la nueva atracción de la Wildwood's Home están garantizados, y ya atraen a nostálgicos del mundo arcade deseosos de rememorar antiguas hazañas a los mandos de una auténtica recreativa de las de siempre. A veces la miro y pienso cuántas partidas pudieron disfrutar en sus mandos los chavales de aquella época, y una sonrisa hace acto de presencia... Principalmente, porque me gusta pensar que entre todos aquellos mocosos pude haber estado yo.

Friday, August 17, 2007

The Lord of the Rings on Stage


Sólo la idea ya tiene mérito: intentar plasmar sobre un escenario la épica lucha entre el bien y el mal plagada de magia, belicismo y fantasía de J.R.R. Tolkien. La pregunta, una vez reconocido el primer punto, es si tal osadía es posible. Y a tenor de vídeos como el que aquí veis (y otros muchos disponibles en Youtube), y de las referencias que en numerosos sites pueden leerse, el director Matthew Warchus lo ha conseguido.

La producción, la más cara hasta la fecha con un coste de 24 millones de dólares, pone en escena un plantel de 55 actores, una orquesta de 18 miembros, un enorme decorado giratorio con tres secciones diferenciadas y 17 plataformas elevadoras para conseguir llevar al directo del teatro la magnitud de la obra original.

Tres horas y media de asombro constante esperan al afortunado poseedor de una de las entradas que en dos sesiones por día permitirán el acceso al teatro Royal Drury Lane de Londres durante varios meses. Y en una de esas, el día 17 de noviembre, el pupilo Arenas será testigo de todo lo que este giganteso híbrido entre musical, obra de teatro y montaje de la Fura puede dar de sí. ¡Pedazo regalo de cumpleaños!

Ya nos pondrá al tanto a su regreso...


Wednesday, August 08, 2007

Turn tape over


El otro día paré a repostar en una de esas gasolineras perdidas que salpican las carreteras nacionales, y pensé que había atravesado un agujero en el espacio-tiempo. Entre los surtidores se exhibía una colección de casetes del pleistoceno, en un expositor vertical coronado con un cartel que rezaba “¡Oferta! 8.95€”. Independientemente de lo desorbitado del precio (¿habrá picado alguien alguna vez?) y la heterogénea selección musical (Junco, Camela, Makina Total 6…), y tras comprobar que mi Accent no se había convertido en un Delorean (para mi desgracia), ver aquella reliquia analógica frente a mis ojos después de tanto tiempo me hizo pensar en lo injusto que resulta el progreso, de cuando en cuando.
Evidentemente, la nostalgia que sentí en aquel momento no tenía nada que ver con mi veta melómana. A mi memoria acudieron vívidos recuerdos de un época en la que el soporte magnético era la base de la industria lúdico-electrónica. Eran “los tiempos tranquilos”, como me gusta llamarlos; tiempos de juegos multicarga y scrolls tortuguescos que nos hacían vivir el “frenetismo” de las primeras proto-aventuras de otra manera. El ritmo de la experiencia jugable del momento exigía importantes dosis de paciencia desde el instante mismo de la decisión de pasar un rato frente al ordenador de turno. A saber: los tiempos de carga permitían merendar despreocupados en el salón, en espera de que cesase aquella cantinela agónica de chips exprimidos que acompañaba las fastuosas ilustraciones pixeladas del amigo J. Darder. Después, la obligada configuración del teclado (los joysticks se reservaban para algún simulador y poco más), aquellas “QAOP SPACE” que han quedado marcadas a fuego en la memoria colectiva del jugón de la época (ríanse ustedes del 4 8 15 16 23 42 de Perdidos). Y finalmente, el disfrute poco ambicioso de los primitivos sprites y decorados, directamente emparentados con los dibujos del Telesketch, en su parsimonioso baile a empujones por unas pantallas de limitada (limitadísima) resolución.
Y detras de todo aquello, el casete. O la casete, que sobre el género del término hay división de opiniones. Las cintas (también llamadas así por metonímica equivalencia) hacían del plástico el más noble de los elementos. Eran ligeras, estaban ensambladas con axiomática simpleza y en el mejor de los casos eran decoradas con parca serigrafía monocromo (el título, el logo de Erbe –mayoritariamente-, y poco más). En su interior, metros y metros de información sobre una emulsión magnética extremadamente sensible a condiciones externas como el calor, o accidentales roces o ralladuras. Esa asumida sensibilidad nos acabó convirtiendo en improvisados cirujanos plásticos (nunca mejor dicho) del “k”, artesanos del Cello y la tijera, restauradores del Basic y el Ensamblador. Había cierta magia en poder recuperar un título que ya dábamos por perdido, sentir de alguna manera que la Aventura Original de turno volvía a la vida tras nuestro casero “boca a boca” de corta y pega. Y del mismo modo, sentíamos que algo moría en nuestro interior cuando el fatídico “read error” anunciaba una carga fallida y una posible defunción irrecuperable. Sacar el tema a colación, tantos años después, aún me llena los ojos de lágrimas por mi mítico Sol Negro
El debate sobre el precio del software, tan de moda hoy día, era un chiste de mal gusto por aquel entonces. La franja en la que se movían los precios de los juegos en casete oscilaba entre las 495 pesetas, para los títulos con cierto tiempo en el mercado, y en torno a las 1200 para los juegos más punteros, novedades y packs. Puede que haya quien piense que, en cierto modo, 1200 pelas de aquella época (y más si se las mira desde la óptica del bolsillo de un niño) no eran tampoco moco de pavo. Habrá quien piense que un casete y una caja de cartón no justificaban semejante desembolso. Y seguro que algunos señalarán esos habituales defectos de carga que antes apuntábamos como una razón de peso para exigir un precio inferior en un artículo que a menudo no satisfacía la expectativa creada en el comprador. Pero, amigos, el que diga todo eso no tiene ni pajolera idea de lo que habla. El arte y el mimo con el que las compañías diseñaban cajas y libretos, y el merchandising que a menudo acompañaba al juego en su lanzamiento (pósters, cintas de audio con la banda sonora del título original –véase Out Run-…), justificaba con creces lo pagado. Dudo, sinceramente, que la cuenta corriente de alguno de los programadores de la época pueda siquiera compararse a la de, por ejemplo, John Carmack. Y no me negarán que, al menos en lo tocante a originalidad y calidad, lo aportado por éste no es netamente superior a lo que pudieron legar otros como Paco Menéndez (genio creador de La Abadía del Crimen, que en paz descanse), sin ir más lejos.
Con la llegada de los soportes digitales (y antes la popularización del disquete de 3 1/5) , el casete entró en un paulatino declive que acabaría haciéndolo desaparecer de forma definitiva e irrevocable a principio de los 90. Significativo fue el canto del cisne que para el Spectrum 128 supuso el lanzamiento del mítico Street Fighter 2 (del resto de versiones anunciadas, incluida la de CPC que servidor tanto anheló, no se tienen noticias -excepto la de C64, de la que hablaremos en breve-). Cuando muchos (y decir esto me llena de ira, entre otros oscuros sentimientos) tiraban sus ZX de Sinclair a la basura (literalmente), Capcom (vía US Gold) comercializó una de las piezas de coleccionismo más codiciadas de la época de los 8 bits. Sorprendentemente, el título poseía un alto nivel de calidad gráfica (aunque una quizás exagerada multicarga) que maravilló a los pocos privilegiados que pudieron disfrutarlo en el momento. No obstante, cualquier intento por insuflar algo de vida a los maltrechos ordenadores de casete llegaba ya tarde: la alargada sombra del PC y la revolución de las consolas eran para entonces una realidad contra la que nada podía hacerse.
El sentimentalismo retro que suele empapar mis comentarios no me impide ser realista a la hora de valorar lo positivo y necesario del avance tecnológico, por lo que no pienso caer en el error (chorrada, más bien) de afirmar que el casete nunca debió desaparecer. A las cintas les llegó su momento como les llegó al tiranosaurio o al lince ibérico (ah, que éste aún muere atropellado en las carreteras españolas… disculpen), y sin cedés, deuvedés y demás formatos no disfrutaríamos hoy de lo que disfrutamos. Lo que me solivianta, realmente, es el regusto rancio y algo cutre que ha quedado como poso en la memoria colectiva con respecto al casete como soporte. La injusticia cometida con un icono tecnológico que supuso una revolución a todos los niveles (no sólo en el mundo del videojuego), del que mamamos durante años toda una generación (y bien a gusto, oiga). ¡Destruyamos entonces todas esas vetustas cintas que aún guardamos, llenas de polvo, en un cajón! Ah, que lo que contienen es demasiado valioso… Comprendo…
Ahí lo tienen.