Monday, October 06, 2008

Apología del maltrato

El caso del profesor Neira -ya saben, ese hombre que creyendo presenciar un caso de maltrato decidió tomar cartas en el asunto y acabó en un coma probablemente irreversible- ha vuelto a poner en el ojo del huracán una cuestión ya añeja que esta sociedad tan "avanzada" se empeña en no superar: el asunto de la violencia machista -a menudo mal llamada "de género".
La noticia saltaba a los titulares hace apenas un par de meses, pero lo cierto es que en las últimas semanas se ha levantado más polvo que tras el hecho en sí gracias a las declaraciones que en diversos medios la pareja del agresor ha venido realizando en defensa de su hombre -el mismo que consideró justa reacción a la intervención del profesor propinar a éste un tremendo golpe por la espalda que una cámara de vigilancia recogió para su infortunio. En su discurso, la señora -nótese la ironía- hace hincapié en la desmedida actuación del profesor al intervenir agrediendo verbalmente a su chico ante un asunto que ni le iba ni le venía -verbalmente, sí, que como todos saben una palabra puede hacerte más daño que un mantecao por la espalda, una bala, o que el favor aquél de Carlito Brigante-, amén de justificar el comportamiento de su pareja -empujones e insultos incluidos- con alusiones a su adicción a las drogas -lo que según su razonamiento debería ser exhimente de cualquier delito, entonces, y podría haber sido aducido por el malparado Oswald tras el incidente de JFK, por ejemplo.
Al margen de la cuestión económica que lleva a esta señorita -nótese el asco, esta vez- de plató en plató de TV, lo que repugna más aún a toda la opinión pública es el cuajo del que hace gala cuando con vehemencia y altanería defiende la inocencia de su galán para hacer girar la veleta de la razón y autoproclamarse, ella y el machote, víctimas del meollo. Y mientras se llena los bolsillos de euros y la boca de mierda pasando por caja una y otra vez en la agonía del profesor, vuelve a ser objeto de debate el esencial papel que la mujer juega en la cuestión del maltrato, en lo que a rebelarse y romper su silencio se refiere.
Todo un ejemplo para el género femenino, la buena moza -nótese aquí la absoluta repudia. Ejemplo, digo, de lo que no debe hacerse nunca. Claro que a ella plim, porque la elementa no acabará vestida de luto bajo ningún concepto -que para ello va siempre divina de la muerte, la muy caradura.

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