Tuesday, April 14, 2009

My Jack Will Go On


El 15 de abril de 1912, hace la friolera de 97 años, hacia las 2:00 a.m., se hundía la que por entonces fue considerada la mayor estructura móvil jamás construida por el hombre, el Titanic. Me ahorraré los fríos datos relativos a sus medidas, sus características y sus prestaciones, así como toda la parafernalia que rodea aquel trágico viaje entre South Hampton y Nueva York que acabó como todos ustedes ya saben -que si "este barco no podría nunca hundirse", que si "ha sido un placer tocar con ustedes" y bla, bla. Lo que hoy me hace dedicar unas líneas al mítico buque, más allá de todo ello, más allá incluso del legendario "Titanic en vivo" que emitió el Discovery Channel hace una década en un día como hoy, y que servidor pudo disfrutar en directo presenciando un descenso en tiempo real a las profundidades del Atlántico donde el trasto reposa en silencio para goce de freaks de los retro -sí, hasta un barco hundido y herrumbroso me produce placer cuando se rescata de su letargo-, más allá de todo eso, como decía, lo que hoy conmemoramos es la muerte de Jack Dawson. El inefable Jack, sus ojuelos y su marca de varicela al hacer el retrato de la carnosa Kate, y sus cerillicas volando sobre la mesa hasta la mano del malo, mientras se jacta de vivir como un homeless despreciable frente a la jet-set del Titánico -por cierto, el resultado del programilla del que hablaba fue un tanto decepcionante: el barro que mueve un submarinete de esos al llegar al lecho marino es más del que sería deseable.
Pues eso, que uno no puede evitar sentir cierto no sé qué, al pensar que el bueno de Jack se sacrificó por una vacaburra pija y despreciable que no sabía ni escupir sin mancharse el entreteto; la misma vacaburra que ya octogenaria tira una joya de incalculable valor al mar, sin pensar en todo el cirio que han montado esos señores tan majos que la acogen en su carguero para encontrar el dichoso collar. No Jack, nunca debiste dejarla sola en aquel tablón. Cabíais los dos, es cierto, pero aún así, la que debió ahogarse fue ella. Foca insensible. Después de currárselo como un campeón para pasársela por la piedra y tal, venciendo la tentación de hacerse con la halaja hortera, soportando las bobadas de los adinerados palurdos, lo único que Jack sacó en claro fue una hipotermia y un revolcón mal pegao en el asiento de atrás de un Ford Mierda del año el hambre. Porca miseria.
Hoy, el amigo Dawson tendría unos 117 tacos, le calculo. Vamos, un chaval. Y sin embargo, la que se lo pasó teta con "avionsicos", caballos, veleros y demás, fue la espabilada de la Rose Dewitt Bukake ésta (o como coño fuera). No es misoginia amigos, es pura indignación. Yo hoy levantaré mi copa y brindaré por el bueno y el tonto de Jack, ese hombre-carámbano que se hundió junto al barco más famoso de la historia, pudiendo salvarse, por no quitarle hueco en la tabla a la oronda aristócrata que le robó el corazón y, de paso, la vida. Por que cuente, Jack.

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