Thursday, November 26, 2009

Mucha suerte

Hay momentos que se intuyen trascendentes. Lo que sólo debiera ser un instante más se torna punto de inflexión, y uno no puede sino sentir que ha llegado la hora de echar el resto. Acariciar con la punta de los dedos la superficie del agua, santiguarse, besar la cruz dorada que pende del cuello, y saltar al abismo del mar dispuestos a llegar sanos y salvos a la otra orilla.
Cuando se llega a esa etapa tras largas jornadas de firme caminar, la expectación es motivación y fuerza, ánimos fraguados en la confianza que se deposita en uno mismo porque se es consciente de que todo está, por fin, al alcance de la mano. No hay pesares, ni dudas, ni miedos a un posible resultado negativo. Cuando se cree con infinita intensidad en que lo perseguido se merece, ver la luz es una simple cuestión de tiempo. Las largas horas de oscuridad siempre dejan paso a un deslumbrante amanecer.
Hoy la vida se detiene, por un instante, en una de esas estaciones con correspondencia a un futuro mejor. Tú te mereces, como merecemos todos los pasajeros de esta nave, ser quien guíe los designios de tu viaje, y aunque ésta no sea la última oportunidad de aferrarte al timón de los días para surcar únicamente las aguas que creas merecedoras de tu valía, la oportunidad es sin duda lo bastante óptima como para que merezca la pena luchar a muerte por ella. Luego está el factor suerte, claro, esa moneda al aire que siempre acaba por decantar la realidad de todo y de todos, una espada de Damocles invisible que de cuando en cuando cercena la normalidad y nos pone a prueba. Pero estamos tan acostumbrados a esquivar sus golpes, o a encajarlos con maestría, que de nuevo el miedo no es una opción, y de aquello donde otros sólo obtendrían mierda nosotros sacamos sonrisas y una razón más para reducir distancias y seguir luchando. Lástima que ni suerte, ni espada, tengan en esta ocasión oportunidad alguna de mediar en lo que sin duda te pertenece.
Será hoy, o será mañana. Pero será, de eso no cabe duda. Así que sigue apretando los dientes y dando brazadas a contracorriente por mucho que el oleaje y la marea de los días y las gentes pretendan empujarte hacia el punto de salida o hacia el fondo de las aguas. Hoy tus brazos y tu esfuerzo pueden llevarte a la otra orilla sano y salvo, apenas húmedo, porque cuando se alcanza la velocidad adecuada casi siempre se acaba levantando el vuelo, y la larga travesía habrá tenido por fin sentido. Una travesía que puede empezar a terminar hoy, pero que en cualquier caso ya está más cerca del final, sea cual sea el resultado de esta etapa que, por trascendente, resulta hoy merecedora de una reflexión amiga.
De una reflexión, y de un deseo: verte descansar al fin, libre de ataduras y presiones, feliz por poder reirte del mundo a la cara, y llamarle todo eso que siempre supiste que era. Los demás reiremos contigo, sobre todo ella, y dejaremos también atrás aquella nube negra y densa que se empeñaba en ocultar el sol una y otra vez, aunque nunca pudiera hacerlo del todo.
De ti depende, hoy, mañana o cuando sea. Tú sólo sigue nadando, y mirando de reojo a la nave de cuatro tripulantes que siempre te acompaña lista a prestar su ayuda. Cuando menos te lo esperes... estarás alcanzando la otra orilla. Suerte, tú.

1 comment:

Vadania said...

Pues no sé ni a qué ni a quién te refieres, pero deseo de corazón que tenga la mejor de las suertes.