Thursday, April 30, 2009

Independence Day

Hoy es el gran día, acólitos paletiles. Wildwood se independiza. Tras tres años de espacios compartidos en la capital del Reino, llega por fin el momento de dar el gran paso y empezar a disfrutar de ese bien tan escaso hoy día -y más aquí, en esta urbe prohibitiva- que es la intimidad. Lejos quedan ya las sufridas búsquedas de habitación y los cástings tortuosos que casi siempre daban como resultado un "no". Lejos, los sinsabores de la convivencia necesaria, y sus consecuencias en forma de aislamiento voluntario. Comienza una era de decisiones consensuadas sólo con uno mismo, un etapa marcada por el onanismo interior que supone saberse libre de callar y sólo responder con silencio. Llamadlo edad, si queréis, pero entended que esa soledad elegida tan cacareada es necesaria más tarde o más temprano.
La nueva batcueva no es especialmente grande, pero Bilbo no lo era tampoco y por eso su agujero hobbit le venía pequeño a Gandalf. Yo no aspiro a invitar más magos a mi morada que los que aparezcan de cuando en cuando, si se les tercia, para compartir mi espacio asidos a una copa. Esos siempre serán bienvenidos, y las dimensiones del nuevo nido no serán inconveniente alguno. Al contrario, en él siempre tendrá cabida todo el que guste de mi compañía si así lo desea. Y mientras alguno os dejáis caer por la Comarca, yo comenzaré a saborear muy lentamente mi nuevo estado, el de la libertad. Que no vivía preso, pero ansiaba no ver en mi ventana la gruesa reja del aislamiento. Ahora sólo habrá sol.
Mi día de la Independencia particular será desde hoy este uno de mayo día del trabajo, en un simbólico homenaje al esfuerzo que ha supuesto llegar a esta parada en la aventura matritense que comenzó hace ya seis años. Todos debemos dar el salto un día, y el mío acaba de empezar.




Friday, April 24, 2009

El Gran Dictador

Hoy he recordado una escena legendaria en la historia del cine que descubrí para mi sorpresa explorando al enorme Chaplin hace unos años. Pensaba, iluso, que el bueno de Charles no era más que un cómico que se hizo famoso por andar de aquella manera suya, mover el mostacho como lo hacía y firmar películas mudas donde las caídas se alternaban con meriendas de zapatos. Craso error.

El gran dictador, para los que no la conozcan, es una cinta que demuestra justo todo lo contrario, que Chaplin era un hombre comprometido socialmente, una persona consciente de su poder mediático como cineasta que quiso usar su herramienta en pos de un ideal más humano que artístico. Y como manifestación explícita de esa intención, el discurso final: cuatro minutos de mirada impertérrita, gesto tan pétreo como sincero, inflexiones de verdadeo líder de masas que aquí sí suenan convincentes, y un mensaje claro que no deja indiferente. Las palabras de Chaplin -porque son suyas, no del personaje- son un grito al mundo desde el púlpito del celuloide que buscan provocar en el espectador ua reacción frente a las injusticias y la tiranía. Unas palabras, al cabo, que en mi opinión deberían mostrarse cada día en horario de máxima audiencia para que a nadie se le olvide lo que de verdad es importante y lo que no.

Yo hoy pongo mi granito de arena y os las traigo al Corral para que también vosotros os hagáis eco de ellas.


Tuesday, April 14, 2009

My Jack Will Go On


El 15 de abril de 1912, hace la friolera de 97 años, hacia las 2:00 a.m., se hundía la que por entonces fue considerada la mayor estructura móvil jamás construida por el hombre, el Titanic. Me ahorraré los fríos datos relativos a sus medidas, sus características y sus prestaciones, así como toda la parafernalia que rodea aquel trágico viaje entre South Hampton y Nueva York que acabó como todos ustedes ya saben -que si "este barco no podría nunca hundirse", que si "ha sido un placer tocar con ustedes" y bla, bla. Lo que hoy me hace dedicar unas líneas al mítico buque, más allá de todo ello, más allá incluso del legendario "Titanic en vivo" que emitió el Discovery Channel hace una década en un día como hoy, y que servidor pudo disfrutar en directo presenciando un descenso en tiempo real a las profundidades del Atlántico donde el trasto reposa en silencio para goce de freaks de los retro -sí, hasta un barco hundido y herrumbroso me produce placer cuando se rescata de su letargo-, más allá de todo eso, como decía, lo que hoy conmemoramos es la muerte de Jack Dawson. El inefable Jack, sus ojuelos y su marca de varicela al hacer el retrato de la carnosa Kate, y sus cerillicas volando sobre la mesa hasta la mano del malo, mientras se jacta de vivir como un homeless despreciable frente a la jet-set del Titánico -por cierto, el resultado del programilla del que hablaba fue un tanto decepcionante: el barro que mueve un submarinete de esos al llegar al lecho marino es más del que sería deseable.
Pues eso, que uno no puede evitar sentir cierto no sé qué, al pensar que el bueno de Jack se sacrificó por una vacaburra pija y despreciable que no sabía ni escupir sin mancharse el entreteto; la misma vacaburra que ya octogenaria tira una joya de incalculable valor al mar, sin pensar en todo el cirio que han montado esos señores tan majos que la acogen en su carguero para encontrar el dichoso collar. No Jack, nunca debiste dejarla sola en aquel tablón. Cabíais los dos, es cierto, pero aún así, la que debió ahogarse fue ella. Foca insensible. Después de currárselo como un campeón para pasársela por la piedra y tal, venciendo la tentación de hacerse con la halaja hortera, soportando las bobadas de los adinerados palurdos, lo único que Jack sacó en claro fue una hipotermia y un revolcón mal pegao en el asiento de atrás de un Ford Mierda del año el hambre. Porca miseria.
Hoy, el amigo Dawson tendría unos 117 tacos, le calculo. Vamos, un chaval. Y sin embargo, la que se lo pasó teta con "avionsicos", caballos, veleros y demás, fue la espabilada de la Rose Dewitt Bukake ésta (o como coño fuera). No es misoginia amigos, es pura indignación. Yo hoy levantaré mi copa y brindaré por el bueno y el tonto de Jack, ese hombre-carámbano que se hundió junto al barco más famoso de la historia, pudiendo salvarse, por no quitarle hueco en la tabla a la oronda aristócrata que le robó el corazón y, de paso, la vida. Por que cuente, Jack.