Thursday, March 04, 2010

Top Secret

Veintiuno de octubre de 1972. Gustav Friedrich concede una entrevista junto a la orilla del Océano Atlántico, en la argentina ciudad de Río Gallegos, al periodista norteamericano Francis Hewlitt. La cita se pacta siete meses antes, gracias a un intermediario que sirvió al contraespionaje de la CIA en la década de los 60, durante los más tensos años de la Guerra Fría, como infiltrado en el GRU de la extinta Unión Soviética. La bomba informativa que supone el soplo para el periodista lo arrastra, movido más por el escepticismo que por el afán de conseguir el scoop de su vida , a desplazarse hasta la zona más septentrional del Cono Sur con el objetivo de comprobar in situ si la información que el ex-agente secreto le ha confiado es cierta o no. Imagina que se trata de algún malentendido, o de la fabulación megalómana de un anciano exiliado desde la Europa de posguerra a Sudamérica, que como tantos otros terminaron por encontrar su hogar en Argentina huyendo de las represiones y las vendettas contra mandos de las SS y altos cargos del gobierno germano que siguieron al más famosos conflicto bélico del siglo XX.
Su primera impresión, cuando por fin llega al puerto de la ciudad y sube a bordo del barco donde le espera su interlocutor, es una mezcla de sorpresa y desconfianza. Gustav Friedrich, que afirma tener 86 años, es un hombre enjuto, pálido y aparentemente débil, que se ayuda de un bastón para ponerse en pie y tenderle la mano al periodista. Pero su mirada es firme y rebosante de energía, sus ojos no acusan el paso de los años, y Francis Hewlitt percibe una fuerza interior que irradia de los mismos y que puede también sentir a través de la mano que estrecha brevemente antes de seguir al hombre hasta el interior del camarote donde tendrá lugar la entrevista. Podría ser él, sí, aunque el arrugado rostro, carente de todo rastro capilar, no permite establecer una relación lógica entre lo que se ve y lo que se recuerda, observado una y mil veces en las abundantísimas imágenes de archivo que se conservan del histórico personaje que Von Friedrich afirma ser.
El texto, publicado en diciembre de ese mismo año en la popular revista americana de los años 60 y primeros 70 "Acknowledged Reader", pasó aparentemente sin pena ni gloria como otro de los muchos bulos que la Guerra Fría produciría entorno a innumerables figuras históricas con el fin de acrecentar la desinformación en el seno de los servicios secretos de ambos bandos, pero recientes estudios periodísticos llevados a cabo por el profesor Magnus Raleigh de la Universidad Panamericana de Idaho que toman como partida el texto redactado por Hewitt dan total credibilidad a la posibilidad de que Gustav Friedrich fuera el mismísimo Adolf Hitler. La confirmación por parte de equipos forenses no hace demasiado de que los restos óseos conservados hasta la fecha y tradicionalmente atribuidos al dictador alemán, tras su muerte en el búnquer de Berlin el 30 de abril de 1945, pertenecieron realmente a una mujer, supuso un soplo de aliento para las investigaciones del profesor Raleigh, quien desde que descubriera a finales de 1998 un ejemplar de la extinta revista donde se publicó la entrevista no ha cejado en su empeño por demostrar que Hitler no murió en el interior del búnquer, tal y como narra la historia, sino que el servicio de inteligencia alemán consiguió sacarlo justo antes de la llegada de los aliados y exiliarlo dos días después con dirección a Argentina, donde tantos altos mandos del régimen se escondieron tras el final de la guerra.
La entrevista de Francis Hewlitt, durante años olvidada por la opinión pública, cobró para él entonces un nuevo valor, y basándose en el contenido de la misma y en las declaraciones que el mismo Francis Hewlitt le concediese en torno al asunto antes de su muerte en 1999, elaboró un informe repleto de datos sobre los años que Gustav Friedrich, alter ego en el exilio de Adolf Hitler, pasó en la ciudad de Río Gallegos antes de morir, presuntamente víctima de una neumonía -si bien Hewlitt afirmaba que la CIA había dado con él y lo había ejecutado-, a finales de los años 70. Cómo consiguió salir de Alemania y de Europa, porqué eligió Argentina y Río Gallegos, cuáles fueron sus ocupaciones durante esos años, quiénes sus descendientes tras su matrimonio con la hija de un acaudalado terrateniente de la región y, sobre todo, qué recuerdos albergó durante el resto de su vida sobre su papel en la historia de Alemania, de Europa y del mundo.
El informe de Raleigh, que rápidamente fue tildado de patraña por los reducidos círculos académicos especializados en Historia que tuvieron acceso al mismo en un primer término, vio la luz en marzo de 2009, pero apenas dos meses después el mismo Magnus Raleigh desaparecía sin dejar rastro, y con él su informe, del que no ha quedado ninguna copia registrada, y cuyo contenido se conoce merced a las filtraciones que de tanto en tanto aparecen por la red, aquí y allá, en páginas dedicadas a la investigación histórica fuera del ámbito académico tradicional.
Así pude dar yo con ello, accidentalmente, cuando indagaba en busca de datos sobre la relación que Winston Churchill tuvo con la conocida aristócrata Cayetana de Alba durante el tiempo que ésta permaneció en Londres durante su juventud, lejos de los vaivenes de la Guerra Nacional que había estallado en España. Una de las fuentes que afirmaba que entre ambos existió algo más que un simple respeto y una amistad, citaba de pasada a Raleigh para sustentar sus palabras, habida cuenta de los extensos conocimientos que el profesor americano tenía sobre la figura del líder británico, y proporcionaba un enlace a una página donde, además de artículos sobre el mismo, podía leerse parte del informe publicado hace ahora un año en torno a Gustav Friedrich. La web dejó de funcionar unas horas más tarde y el acceso a la misma ha sido imposible desde entonces.
Sin embargo, parte de la entrevista que Francis Hewlitt realizara al octogenario teutón en 1972, aparecía recogida en la misma, y por fortuna, movido por mi habitual curiosidad y pensando en un posible post futuro con el que deleitaros, copié el texto en un archivo que hoy guardo con celo y que pronto os traeré también, amigos paletiles, a las páginas de El Corral... Estad atentos. Visto lo visto, la cosa promete no tener desperdicio alguno.


Magnus Raleigh

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