Sunday, September 02, 2007

Susurrándole al metal


Me preguntaba si eso del fetichismo, tan habitualmente circunscrito al terreno sexual, podía extrapolarse a otros campos de la vida, de lo cotidiano. Así, a bote pronto, uno parece asociar el término a la apetencia libidinosa por ciertos objetos con connotaciones eróticas como ropa interior, zapatos y tal, que suelen producir cierta excitación en el “sujeto fetichista”. Exclusivamente. Así que acudí a la fuente de todo conocimiento, a nuestro Dr Know particular… la Wikipedia. Y averigüé que, efectivamente, el fetichismo es algo más que colecciones de tangas y muestrarios de tacones.
Fetichista es aquél que siente una especial devoción por ciertos objetos materiales. Sin más. Las propiedades que cada uno asigne a dichos objetos diferirán dependiendo de las creencias o pensamientos de cada cual, pero la base es la misma en todos los casos. Así las cosas, parece lógico afirmar que todos somos fetichistas en algún sentido. Un modelo de coche, una marca de perfume, un aparato de televisión, un sombrero… Que cada uno elija su fetiche.
El mío es un micro. Imagino un micrófono plateado, perfecto, resplandeciente y silencioso, en medio de una sala oscura, casi icónico. Y me pone. Debo confesarlo. No es algo estrictamente sexual, pero me pone. Ese micro inerte pero vivo, de algún modo, es una imagen totémica de mis anhelos, deseos, miedos y temores. Es tan inalcanzable como cercano, tan físico como abstracto, y su recreación mental satisface algo tan inherente a mi como lo hace el sexo. De ahí que en el caso concreto de mi fetiche, lo sexual, lo pragmático, lo cotidiano y casi lo religioso converjan dando forma a un único sentimiento.
Leo en la Wikipedia el origen primitivo del fetichismo. Y también las cualidades mágicas que tradicionalmente se asignaban a los objetos en cuestión. Si el fetiche todo lo puede, es porque representa lo imposible en lo más mundano. Se escoge el objeto no por el objeto en sí, sino por la conexión mística y personal que puede establecer entre el hombre y sus sueños. Y así se vencen las distancias, se conecta con el más allá y hasta con el interior mismo del propio ser humano, si tal fuera el caso.
Y tal caso es el mío. Me preguntaba si el fetichismo podía ser aplicable a mi persona, porque en el fondo sabía que lo era. No hay nada obsceno en el esquema fálico que sigue el diseño de mi fetiche, aunque todo suma, supongo. No, no es eso. Lo sexual, aisladamente, no tiene sentido tal y como yo entiendo todo esto. Además, si la connotación sexual fuera clave, mis preferencias le serían totalmente incompatibles. Pero la representación del poder que supone dicha imagen quizás sí entronque con ese esquema, al fin y al cabo. Lo cierto, sea como fuere, es que ahora sé que soy un fetichista confeso. Y, ¿saben?...Creo que me gusta.

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