Saturday, September 22, 2007

Tres segundos, cuarenta y un años


La línea 1 del metro de Madrid es la más antigua del complejo entramado de túneles que componen la mastodóntica infraestructura de la red suburbana de la capital. Inaugurada en 1919 por Alfonso XIII, su recorrido inicial sólo constaba de 3,48 km, y duraba 8 minutos, entre las paradas de Sol y Cuatro Caminos. Hoy, 88 años después, la línea 1 consta de 33 estaciones que recorren Madrid en su totalidad de norte a sur, y de sur a norte, a lo largo de casi 24 km. Las estaciones de aquel primer tramo originario continúan hoy formando parte del dibujo de la línea, a excepción de una de ellas: la estación de Chamberí.
Situada entre las paradas de Bilbao e Iglesia, Chamberí acogió a trenes y viajeros durante casi cuarenta y siete años, hasta que en 1966 las autoridades decidieron clausurarla por su extremada cercanía con las citadas estaciones, lo que obligaba a los trenes a circular demasiado despacio haciendo poco útil su existencia. Se tapiaron los accesos al andén y la estación quedó congelada en el tiempo. No se retiró la basura de las papeleras, ni los carteles publicitarios, y durante muchos años la estación fue una fotografía exacta de una época concreta que los trenes permitían ver apenas unos instantes en su rápido trasiego entre Bilbao e Iglesia.
Aunque el Ayuntamiento de Madrid se propuso en 2006 rehabilitar la estación de Chamberí para convertirla en un museo, aprovechando todos aquellos objetos que habían permanecido intactos desde 1966 (tornos, la cabina del jefe de estación, cartelería, señales...), gran parte de aquella memoria histórica se había visto irremediablemente destrozada por la acción de grafiteros que, arriesgándose a cruzar las vías, llegaban a la estación para llenarla de pintadas, quemar parte de la decoración y destrozar algunos de los valiosos objetos que se habían conservado durante varias décadas.
La estación era hasta hace relativamente poco visitable, consiguiendo una autorización, con fines periodísticos o incluso cinematográficos (en la película Barrio, de Fernando León de Aranoa, Chamberí es refugio subterráneo de parias y sintechos), pero las obras de restauración han eliminado, temporalmente, esta posibilidad. Dicen los que han estado allí que caminar por sus pasillos era como atravesar un silencioso agujero en el espacio-tiempo. Los periódicos de la época en el suelo, los billetes usados, los mapas de la red de metro...todo permanecía allí, en la oscuridad rota por la linterna de los vigilantes, entre el crujir de vidrios pisados bajo los pies, cubierto por una fina capa de polvo y moho rojizo.
Los que no hemos tenido esa suerte, que somos casi todos, nos conformamos con un viaje en el tiempo que dura apenas tres segundos: el tiempo que tarda el tren en recorrer el andén de la estación en su camino entre Bilbao e Iglesia. Las tenues luces de las obras dejan entrever su mampostería policromada, queda en una calma que se rompe con el traqueteo fugaz del tren. La gente apoya las manos en la ventanilla colocando su cara en medio para no deslumbrarse con las luces del vagón y espía el paisaje. Son tres segundos, sólo tres, pero el viaje dura cuarenta y un años. Luego las voces de la megafonía anuncian la siguiente parada y todo acaba. La estación fantasma de Chamberí, sin embargo, permanece ahí, inmóvil, algunas centenas de metros más atrás, envuelta en un misterio que pronto, quizás, podamos desentrañar en primera persona.

5 comments:

Anonymous said...

Vaya pena que el Gallardón le haya metido mano también a la estación. Era espeluznante ver los carteles de publicidad, las taquillas de madera, el polvo adherido a unos azulejos que se suponían blancos. Ni la mirada de los miles de viajeros que pasaban a diario le prestaron una mínima atención. Pero ahí estaba.

La película Barrio refleja muy bien esa intranquilidad de una realidad invisible: http://www.youtube.com/watch?v=fMIbTXilwW4

Wildwood said...

El amigo Gallardón. Una vez más. Jejeje. Thanks Jaime, por la idea del post. ¿Cómo era la página aquella de la que me hablaste que trataba más lugares abandonados como este?

Anonymous said...

Tiene pinta de estar guapísimo, si te visito tenemos que intentar ir a verla, me encantaría, si llegan los grafiteros, por que no nosotros, o ya no se puede?
a ver si nos vemos por el mess. y cuentas como te va yendo todo, 1 abrazo, jon

Perenzal said...

Imagina unos chicos cualesquiera, como aquellos que se dedicaban a fantasear en casa del Raf bajando hasta la estación abandonada en busca de no sé qué, (acaso importa). Imagínalos entre el silencio y la oscuridad sólo rotas por los destellos del metro, apenas tres segundos, y la escuálida luz de una linterna. ¿Crees que las criaturas de Neverwhere poblarán de algún modo en "Madrid de Abajo"? ¿Crees que podrías encontrarlos? Acaso aún están allí viviendo una pesadilla, o comiéndose una pizza con las Tortugas Ninja... a saber

Wildwood said...

Qué gran verdad, amigo Perenzal... Si así fuera, si ese Madrid de Abajo existiese, ¿tendría también su Puerta particular? Alguna antigua violetera bohemia del Avapiés que eligió vender flores marchitas entre Ópera y Callao... ¿Sabes? Creo que voy a intentar colarme. Este sábado noche iré a la Fnac de Preciados, esperaré a que lleguen... y buscaré en la sección de dvds a aquellos imberbes elcheros. Ya te cuento...