Monday, October 15, 2007

Simplemente...Héroes.

¿Cómo describir lo indescriptible? ¿Cómo expresar con palabras lo que las palabras sólo alcanzan a esbozar? ¿Cómo poner por escrito sensaciones que no pueden ser explicadas? Supongo que basta con decir "Héroes del Silencio en concierto". Así de simple.
El pasado 12 de octubre tuvo lugar en Zaragoza uno de los acontecimientos más esperados de los últimos tiempos: el regreso de Héroes, diez años después. Diez años de rumores, incertidumbres y sueños que cobraban forma a las nueve de la noche del pasado viernes, finalmente, casi como si lo imposible se hiciera realidad ante nuestra atónita mirada.
La Romareda se vistió de gala para a coger a 40.000 enfervorecidas gargantas que corearon el nombre de sus ídolos hasta la extenuación y la afonía durante dos horas y media. Los Bunbury, Valdivia, Andreu y Cardiel repasaron, sobre un escenario gigantesco que se extendía varias deceneas de metros hacia adelante en una estrecha plataforma, sus éxitos de siempre, entre los que además dejaron huecos para interpretar algunas canciones de sus primeros álbumes que sólo los muy aférrimos conocían como para cantarlas con ellos.
La puesta en escena fue simplemente soberbia. Miles de vatios de sonido hacían temblar los cimientos del estadio y las piernas del respetable, que entregado, no daba crédito al espectáculos de luces, pantallas y efectos que constantemente se mostraba ante sus atónitos ojos.
Resulta imposible destacar un sólo momento, porque el concierto entero estuvo lleno de ellos, desde la magistral intro seguida de El Estanque (me gustaría saber a cuántos, como a mi, se le saltaron las lágrimas), hasta los acordes iniciales de Entre dos Tierras, o la imagen para el recuerdo de un público plagado de luces que simulaban un reflejo del cielo en la tierra cuando Bunbury comenzó a cantar La Chispa Adecuada. Todo fue especial. Todo fue inolvidable. Todo fue irrepetible...
El próximo día 27 de octubre los Héroes darán su último concierto de esta gira-reencuentro, en Valencia. Y cuando acaben, presumiblemente, la voz del mayor grupo rock que ha dado este país se apagará para siempre. Pero como ellos mismos dijeron una vez..."Para siempre, no hay nada para siempre". Y así debe ser.
Nosotros, los que estuvimos allí, sin embargo, siempre podremos decir que asistimos a su reencuentro y a su despedida. Diez años después. Diez años de sueños, rumores e incertidumbres después. Con ustedes, Héroes del Silencio.

2 comments:

Anonymous said...

Yo estuve allí.
es curioso, pero hay momentos que sientes que recordaras siempre. Que serás un puto viejo y seguirás contando la misma vieja historia con esas palabras gastadas que te funcionaron aquella vez.
No se que tienen los conciertos, no se si es la gente al unisono, la parafernalia que llevan consigo o los nervios cuando todo se apaga. o comienza.
Quizás sea porque piensas que es la única vez que te puede escuchar. la única vez que puedes cantar con él y sentirte una pequeña parte de todo eso.
Si me preguntas si valía la pena más de un día de luz de viaje por dos horas y media, te diría que pocas cosas recuerdo de la semana pasada en la que viví desde que amaneció hasta que anocheció. y la otra.y la otra. y todo es lo mismo. salvo eso.
Quizás sea la letra de nuestra juventud sonando sin ese ruido enlatado que ya queriamos dejar atrás. pero nada más lejos.
somos lo que somos y eso no puede cambiarse. somos opio para muchos. y avalancha para el resto.
Y, sin embargo, en un momento, todo pudo cambiar. Más tarde leí que dos médicos y un aerosol consiguieron que la voz de Bunbury no se apagara a la hora de concierto, y nos dejara sin nada.
Y fue volver y comenzó a golpear al aire, a todos esos fantasmas que nos han hecho fracasar cuando podíamos haber triunfado. que se vayan a la mierda.
No era él ni las cuarenta mil personas que saltabamos y sentiamos.
era el momento.
Era un momento capaz de dejar afónica una voz de adamantium.
era nuestro momento.
y sera para siempre.

Wildwood said...

Sé de un tipo que se empeña en enmascarar su clase detrás de un alias que se mueve entre lo gracioso y lo hiriente. Ese tipo, de usual tranquilo y comedido, admirador del estilo excelsior pero no demasiado dado a ponerlo en práctica, es un cabrón. Un cabronazo con una cabeza de diamante (por valiosa, no por dura) y un corazón como la copa de un pino. O como una copa de Jack Daniels con un colega en el Gran Cañón: enorme e inconmensurable.
A la mierda el qué dirán, el "suena demasiado pelota" o el "joder, cómo se nota que son colegas". Si a estas alturas hay, efectivamente, COLEGAS, es porque tienen algo que decir. ALGO, así con mayúsculas bien visibles.
Y éste es el ejemplo. El textito que se ha marcado no tiene firma, ni falta que hace. Rebosa buen gusto, sentimiento y cordura en cada píxel. Y yo secundo cada palabra, porque en el fondo las suyas son las mías. Ese momento efímero de dos horas y media se ha quedado suspendido en el tiempo hasta el fin del idem, como la foto que observamos cuando nos puede la nostalgia. Y sólo dios sabe lo que me enorgullece haberlo vivido con los que suelen compartir mi tiempo. Todos. Él tembién.
Tío, dejate de gilipolleces y únete al Corral...como el maestro de las letras que cuando quieres demuestras ser. Tú sección espera.
Viva Bumbury y la madre que lo parió.